En el Perú el gasto público hasta lo que va del año es deficiente. Tenemos que a nivel del gobierno nacional se ha gastado el 77.8 %, los gobiernos regionales el 76.3 % y a nivel de los gobiernos locales el 61.3 % de sus presupuestos de actividades y proyectos para el año fiscal 2024, según Transparencia Económica del Ministerio de Economía y Finanzas.
No deja de llamar la atención tan estrecha capacidad de gasto en proyectos donde la capacidad de gasto llega al 67.4 %, 65.7 % y 52.4 % a nivel de gobierno nacional, regional y local respectivamente, cuando se considera la urgente e ingente necesidad de tantas y tantas obras y la afortunada disponibilidad de recursos de los que ahora se dispone. Los ciudadanos, pobladores de esas jurisdicciones, reclaman que los gobiernos atiendan y satisfagan sus necesidades, algunas de ellas impostergables.
Pero también hay que considerar en qué y cómo se gasta. Y los gobiernos subnacionales no saldrán tan bien parados. Vemos construcciones que pretenden llamarse monumentos, y solo lo son al desatino, al despilfarro, a la huachafería. Vemos construcciones de tamaños desproporcionados, vemos construcciones que no duran.
Gastar dinero no requiere mucho esfuerzo. Más difícil es conseguir el dinero que se va a gastar. Hay una gran diferencia, sin embargo, entre gastar pura y simplemente, y gastar eficientemente, es algo que nuestras autoridades aún no han entendido, los funcionarios encargados del planeamiento y elaboración de proyectos, mucho menos.
Gobernantes temerosos de sufrir el mal uso de una fiscalización, ven paralizada su capacidad de acción. En otros casos, el desconocimiento, por un lado, y la complejidad de los procedimientos de autorización, por otro, los convierte en un lastre pesado y desalentador. Una excesiva visión de corto plazo lleva a algunos a realizar inversiones rápidas y de efecto; tal vez aquí encontremos la explicación de tantos jardines y arreglos ornamentales, que sí son agradables, pero que contrastan con otras apremiantes necesidades. Pretenden demostrar que sí han hecho algo, y por eso huyen de proyectos de largo alcance, ya que no les corresponderá inaugurarlos, y si los emprenden quedarán como elefantes blancos.
Siendo el objetivo del gasto público social la solución de las necesidades básicas insatisfechas de la población económicamente vulnerable, tales como salud, saneamiento ambiental, educación, vivienda, alcantarillado, entre otras, la capacidad para gastar con eficiencia suele ser limitada, y de allí que los gobiernos regionales y locales tengan problemas en la capacidad de ejecución del gasto, y ello repercute en que se vean obligados a revertir los dineros de sus presupuestos al Tesoro Público, en evidente perjuicio de sus poblaciones.
Si bien buscamos analizar la capacidad de gestión de las municipalidades a través del nivel de ejecución presupuestal, podrían también existir otros factores que hayan influenciado. Una deficiencia en los gobiernos locales es que existe una cantidad abundante de proyectos que no responden a una lógica de priorización u optimización del presupuesto para el logro de resultados del sector. Por ello, es necesario asignar y ejecutar eficientemente los recursos para atender las múltiples necesidades de la población.
Entonces siendo la eficiencia del gasto público un punto fundamental de la política fiscal porque constituye la base para alcanzar los objetivos de desarrollo económico, social e institucional y que pueden enumerarse como la aceleración del crecimiento de la actividad productiva, la reducción de la pobreza y el fortalecimiento de la legitimidad del Estado, es importante que los gobiernos regionales, locales y nacional deban rodearse de personal capacitado y con conocimientos de administración pública para poder gobernar a los ciudadanos.
Ahora que se dispone de los recursos, y las necesidades siguen presentes, es el momento de poner el hombro y manos a la obra. Pero una obra bien pensada, que parta del sentido común y dé preferencia a las necesidades reales de cada comunidad.
Entre Líneas
Por: Carlos Peña Julca