ESCRIBE: J. CARLOS FLORES VARGAS
Argentino es un referente del periodismo en Latinoamérica, pese a las críticas por su acercamiento a grupos de poder en los últimos años de su oficio. El 30 de diciembre dejó de existir.
Se casó cinco veces, fumaba mínimo tres cigarrillos al día, tuvo tres riñones (uno trasplantado), tenía catorce años cuando se hizo periodista, fundó dos diarios, apegado a la cocaína durante diez años, tuvo dos hijas, 50 años de periodismo, pasó seis meses en un hospital y murió a sus 64 años.
Una pareja que había perdido a gemelos adoptó a un niño que iba a llamarse Jorge Ernesto Lanata, nacido el 12 de septiembre para ocupar el lugar dejado por las dos criaturas.
Él ignoraba su origen cuando, a los 6 años, su madre quedó muda por un tumor cerebral.
Según el mismo Lanata, esa desgracia gatilló en él su inclinación por el periodismo. Quería respuestas que callaba su madre adoptiva y las buscaría toda su vida.
“Tal vez mi pasión (o necesidad) por el periodismo viene de la mudez de mi madre. Me hubiera gustado hablar con ella. Conocer su voz”, declaraba.
Su primer contrato le cayó a los 14 años. Su padre tuvo que firmar un permiso especial para él. Entró en su segundo hogar: una emisora de radio.
Desde ese punto, su carrera fue una sucesión de escalones que iba subiendo con mucha rapidez.
Para muchos de sus colegas, esa etapa fue la mejor y su trayectoria tomó la misma ruta que la de muchos de sus colegas alrededor del mundo: del periodismo como una suerte de vicio desinteresado a la prostitución de la pluma.
Lanata dijo sobre su trayectoria: “Soy muy profesional laburando, pero en el fondo quiero laburar como un no profesional, quiero poder jugar. Mientras puedas jugar, divertirte, eso vale. Cuando se transforma en un trabajo, cagaste, porque ya está, es como que no tenés nada más para dar”.
Luego de Página 12 vinieron Hora 25, Día D, Veintiuno, Veintidós, Veintitrés, Crítica de la Argentina, PPT (Periodismo Para Todos) y Lanata Sin Filtro.
“Quiero poder jugar” decía y, pintaba todo su diario de amarillo luego de que Carlos Menem acusó a su medio de amarillista.
Ven – dió una revista perforada cuando quiso graficar un agujero presupuestario por malas prácticas en el gobierno.
“Yo creo que todas las notas son interesantes porque, siempre digo, no hay malas notas, hay malos periodistas. O sea, tenemos que poder hacer una buena nota con cualquiera. Cualquiera tiene una historia para contar, lo interesante es poder sacársela”, dijo sobre el quehacer que lo apasionaba.
Su juventud se iba lentamente. Sus detractores indican que, una vez tuvo un nombre y enorme peso periodístico, los sobres con billetes comenzaron a fluir sobre él.
“Hablaron de que recibía sobres para hacer funcionar a algunos partidos y movimientos, algunos de sus colegas le reprocharon el estar parado del lado opuesto al que había estado, lo acusaron de comprarse propiedades en el exterior con la plata que había ganado hundiendo a determinados políticos, lo acusaron de abandonar el progresismo para ser el títere de las grandes corporaciones”, escribieron sobre él.
Los premios y reconocimientos le caían no del cielo sino de las clases altas argentinas. No se pudo subir al coche de Milei y lo criticó duramente.
A pesar de estar a la derecha tampoco fue amago por ellos. “Lanata construyó el relato oficial sobre la década del 90 y nos legó toda una generación de periodistas pelotudos que creen que ser zurdos es ser inteligente” escribió sobre él en neofascista (se llaman libertarios), Agustín Laje.
A favor y en contra, odiado o amado, Lanata marcaba la agenda, su voz era marca registrada.
El ya rechoncho periodista decía que antes de los 50 uno es inmortal y después, se hace mortal. El primer golpe vino a los 55. Se enteró que era adoptado.
El año 2015 recibió un trasplante de riñón y sus siguientes proyectos televisivos no fueron arrolladoramente exitosos como antaño, pero se las arregló para seguir siendo una voz poderosa en Argentina.
En junio fue al hospital y no volvió a salir con vida. En Navidad era un hombre agonizando. El 30 de diciembre del 2024 su cuerpo no dio más y se fue dejando una pequeña fortuna. Argentina con la mitad de la población empobrecida y sin carne, lamentó o celebró su muerte.