La República cleptocrática

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Columnista invitado: Agustín Haya de la Torre

El siglo XX empezó con lo que Jorge Basadre denominó la “República Aristocrática”, un periodo de la historia peruana en el que hubo cierta estabilidad política con un claro divorcio social.

Desde Nicolás de Piérola en 1895 las elecciones marcaban la pauta., aunque la cantidad de ciudadanos registrados resultaba mínima, siendo la confirmación por el Congreso bastante dudosa. En 1914 el golpe de una facción reaccionaria interrumpió las medidas populares de Guillermo Billinghurst, aunque luego el civilismo volvió al poder.

En la segunda década del siglo XXI, contamos con cuatro periodos gubernamentales pero cinco presidentes, por la renuncia de Pedro Pablo Kuckzynski. Una continuidad constitucional solo comparable a los 19 años que van de Piérola a Billinghurst.

La gran diferencia es que todos estos gobiernos acaban atravesados por la gigantesca corrupción generada por las constructoras brasileñas, en especial Odebrecht, que funge como buque insignia del crimen organizado transnacional.

Acumulan los fiscales suficiente información para acusar a los implicados, pero todo ello se multiplica a raíz del acuerdo especial firmado con los directivos acusados, que ahora pasan a delatar sin tapujos la pestilente trama.

A los pocos días de su aplicación, caen por los suelos coartadas que atentaban contra la inteligencia. Lo que sale a luz supera lo sospechado. Desde ventas o pagos simulados pasando por ministerios enteros dedicados al cohecho, favoreciendo falsas licitaciones por miles de millones de soles. Aparecen personas de todos los niveles del Estado, de la empresa o de la política.

Cuatro presidentes, un solo mandatario: Odebrecht. Queda patente que una casta político empresarial decidió continuar el nefasto legado de Alberto Fujimori. Ahora puede entenderse por qué la mayoría de gobernantes o la elite económica trataban con tanta condescendencia al condenado. Era su maestro.

Si no hubiese sido por la presión de la ciudadanía democrática, probablemente todo seguiría empantanado en las falacias de un circo de abogados defensores y medios serviciales.

La casta de asaltantes tenía capturado el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Consejo de la Magistratura, además de un poderoso elenco mediático.

En el momento actual no hay que bajar la guardia. Pese a lo devastador de lo ya descubierto, apenas involucra a una empresa, que solo reconoce cuatro casos como fraudulentos, Faltan sus compatriotas además de la revisión de los escandalosos sobrecostos en los que se dilapidó el superávit obtenido por los altos precios de las materias primas.

Como en la época del guano o del salitre, una elite de ladrones de traje y corbata, se burló de la pobreza de los peruanos.

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