Luz Delia Justo Pinto
Nunca se sabrá cuántos niños han quedado huérfanos a causa de la pandemia en el Perú. Las estadísticas oficiales no son confiables, todo cuando se afirma resulta dudoso debido a que el Estado, prefiere ocultar las escalofriantes cifras. Hay varias clases de padres y madres muertas, quienes son enterrados en cementerios de lujo, los que van a dar a los antiguos cementerios y que serán arrojados a la fosa común en pocos años. Los que van a dar a cementerios clandestinos y son enterrados en faldas de cerros lejanos y en los arenales.
Las cifras de muertos durante la pandemia han sido manipuladas. Los informes oficiales difieren de lo que señalan algunas ONGs. Así, hay una evidente confusión destinada a responsabilizar lo menos posible al Estado. Llegó un momento que una cama USI costaba 30,000 soles. Los pobres no podían tener acceso ni siquiera a la medicina más elemental. Durante la pandemia se ha demostrado qué clase de sociedad somos. Es evidente que se ha dado un marcado proceso de deshumanización. Y ese hecho durará muchos años hasta que llegue otra generación de peruanos, que revaloren la vida de las grandes mayorías carentes del pan diario. No se trata de una sobrevivencia sino del derecho a la vida.
¿Quiénes alimentarán, educarán y amarán a los huérfanos de la pandemia? Nadie. Serán personas marcadas por un signo trágico, señaladas por la desgracia, sin padres que los amen y protejan. Pocos serán los huérfanos de la pandemia que se salven en un mundo hostil, adverso y deshumanizado. De allí la necesidad de que el Estado asuma la educación de los niños huérfanos. Se crea una residencia para ellos, a cargo de personas capaces y amorosas para educar a todos los niños que perdieron a sus padres y abuelos. De no ser así no esperemos que esos niños tengan acceso a la educación secundaria.
Jean-Jacques Rousseau, escritor, filósofo de origen suizo francófono, pedagogo, músico, botánico y naturalista, señaló hace muchos años que una persona es el resultado de la educación que recibe. A lo que es necesario agregar que es también una síntesis de la alimentación, vivienda y derechos humanos que tiene.
A causa de la COVID 19, uno de cada cien niños peruanos ha perdido a sus padres, madres, abuelos o apoderados. Es una tragedia que ubica al Perú como una nación con la mayor tasa de niños huérfanos en el mundo. Se trata de cifras proporcionadas después de un severo trabajo de investigación a cargo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Un texto importante de la revista The Lancet, señala que en el Perú: “Las cifras de los menores de edad que perdieron a un cuidador primario por el virus, es uno de los 21 países que concentran el 77 % de las muertes oficialmente registradas por la COVID-19 en el mundo” Además: “Los hallazgos estiman que, a escala global, más de 1,13 millones de niños perdieron al menos a uno de sus padres, abuelos o cuidadores por causas relacionadas con el virus. Y Perú encabeza la lista, con una tasa de 10,2 menores en estado de orfandad por cada 1 000, muy por delante del resto de países azotados por este drama, como Sudáfrica (5,1), México (3,5), Brasil (2,4) y Colombia (2,3)”. Entonces se trata de “98 975 niños peruanos afectados, de los cuales 73 000 corresponden a la pérdida del padre y cerca de 20 000 de la madre”.
¿Qué hacer? Como decía César Vallejo en el poema Los nueve monstruos:
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
Y la migraña extrajo tanta frente de la frente¡
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor
la lagartija, en su cajón, dolor.
Los huérfanos de la pandemia requieren de una atención inmediata de parte del Estado. No pueden ser abandonados en medio de una sociedad en crisis y deshumanizada. Cada niño es una herida abierta que requiere de una atención especial, humana, especial y permanente.
