Por César Millán, el “Encantador de perros”
—¿Presión? —me preguntan—. Pero ¡si trato a mis perros mejor que a mis hijos! A los perros les doy lo que quieren y cuando lo quieren. ¿Qué presión van a soportar por eso?
Les revelo algo: cada vez que humanizas a tus perros al pretender que ocupen el puesto de tu hijo ausente, tu pareja, tu amigo, o tu padre, estás proyectando sobre él unas expectativas ilusorias.
Con ello lo despojas de su dignidad, de la dignidad que es ser un perro. Y un perro es parte de la Madre Naturaleza, lo que significa que el animal está preparado desde su nacimiento para esperar un cierto orden en su vida; para aceptar que ha de trabajar para ganarse la comida y el agua, y que ha de seguir las pautas de comportamiento que impone un sistema social ordenado y bajo la vigilancia de un líder de confianza.
Si no le estás dando todo esto, estás proyectando en él todas las emociones, afectos e intimidad de las que careces en tus relaciones humanas, y estás siendo muy injusto con él… además de convertirte muy probablemente en la causa de su mal comportamiento.