Hugo Supo (*)
Pocas son las instituciones musicales en el altiplano peruano que encierran tanta historia y vigencia a la vez. Este es el caso del Conjunto de Arte y Folclore Sicuris Juventud Obrera, digno representante del sicuri peruano en los últimos Juegos Panamericanos Lima 2019, permanente actor de las actividades culturales e históricas en Puno y protagonista esencial de la Festividad Virgen de la Candelaria.
Juventud Obrera nació en las últimas décadas del siglo XIX, las familias más antiguas y los testimonios de los ancianos fijan el inicio de su existencia en 1884, la actual generación del conjunto celebra su nacimiento el 24 de enero de cada año.
Sustentaba en vida el profesor Percy Zaga Bustinza[1] que este conjunto de sicuris salió por generación espontánea de los trabajadores de vapores de la Peruvian Corporation, cuya ruta cubría los puertos de Puno y Guaqui y, en ocasiones, embarcaderos menores como Juli, Yunguyo, Desaguadero, Moho y otros.
Juventud Obrera está íntimamente ligada a la clase trabajadora de Puno, de allí precisamente su nombre, puesto que ha aglutinado a un sector social que se expandió con la industrialización vivida en el mundo entero.
Los registros históricos de Puno dicen que el 29 de enero de 1870 se inició la construcción del ferrocarril de Arequipa a Puno, luego, el 14 de junio de 1871 el vapor Yaraví hizo su viaje inaugural tras permanecer en proceso de ensamblaje y espera desde 1863 que llegó a las aguas del lago Titicaca.
Estos hechos marcaron el inicio de una etapa diferente para la población puneña, por primera vez, los jóvenes podían acceder a empleos pagados por empresas a cargo del ferrocarril o el vapor, generándose una clase obrera, aunque también fue profundamente campesina.
Por supuesto, la llegada del ferrocarril y del vapor no solo influyó en la génesis del obrero puneño, sino en el acceso a las corrientes económicas y culturales vigentes en Europa y otras partes del continente. El ferrocarril y el vapor no solo eran el canal para la exportación de la pujante industria de la lana altiplánica, también trajeron movimientos culturales por medio del contacto con urbes importantes en Bolivia y Argentina.
Los primeros hombres contratados para el mantenimiento del ferrocarril y otros trabajos en la industria del vapor fueron quienes vivían en las cercanías de la ruta ferroviaria, allí aparece la comunidad de Huerta Huaraya y barrios marginales de Puno, quienes se van integrando poco a poco en una generación y clase social.
Zaga Bustinza insiste en que estos hombres viajaron constantemente entre Puno y Guaqui, en el trayecto y al retorno se agrupaban para ir a sus casas, atravesando la pampa que separaba el puerto del pueblo que apenas llegaba la actual calle Tacna.
“Inicialmente cubrían el largo tramo conversando, intercambiando opiniones o riendo de sus anécdotas y aventuras, pero cuando vieron y descubrieron la belleza del sonido de las cañas, las adoptaron y hacían el recorrido tocando, ensayando, corrigiendo, hasta que tuvieron conciencia de que eran ya un conjunto”, dice el historial oficial de Juventud Obrera inscrito en la Federación Regional de Folclore y Cultura de Puno.
Los vecinos veían con aprecio a estos jóvenes, en algún momento les llamaron “Vaporinos o Marineros”, luego, Obreros Pampeños y, finalmente, “Juventud Obrera”, entidad que con el tiempo fue también la institución madre de otras agrupaciones nuevas.
Grandes hombres han pasado por este centenario conjunto sicuriano, uno de los más importantes es Arturo Peralta Miranda (Gamaniel Churata)[2], quien asumiera la presidencia tras la primera década del siglo XX e impulsara parte de la actual institucionalización.
Buenos y largos años tiene Juventud Obrera, tiempo en el que ha alojado a generaciones y familias obreras tradicionales. Su clásico lugar de ensayo sigue siendo la plataforma del Arco Deustua, en el barrio Independencia.
Una de las crisis más profundas vividas por la institución fue a inicios del presente milenio, la ausencia dirigencial, el cansancio y poca renovación generacional había provocado desaliento y presentaciones rutinarias en Juventud Obrera, incluso hasta el punto de estar por desaparecer.
En realidad, nada de eso es extraño en una entidad con tantos años de existencia; las crisis suelen servir para reinventarse, revivir y persistir, así como ocurrió en el conjunto en el año 2009, cuando una generación conocida como “Herederos” impulsó la creación de la Escuela de Sicuris Juventud Obrera, raíz de una nueva generación que hoy por hoy hace vigente a esta Juventud.
La Escuela de Sicuris cumple en 2019 una década de existencia, tiempo en el que se ha dedicado a formar niños y jóvenes en el arte de la música sicuariana, la danza, el bordado y el significado de estas expresiones culturales andinas. El éxito de la escuela se muestra en los exitosos concursos en los que participa Juventud Obrera: es seis veces campeón en Cancharani, permanente participante en la Festividad de la Virgen de la Candelaria, reconocida como Personalidad Meritoria de la Cultura por el Gobierno peruano y tantos logros más.
La escuela permite preparación constante de sus integrantes y los nuevos miembros, también los enlaza con nuestras tradiciones y los impulsa a vivir y expandirse con “identidad” en un mundo cada vez más globalizado. Esta misma generación ha creado en 2019 la sede de Juventud Obrera en Santiago de Chile y está en camino a consolidar otras ramas instituciones más. Su eslogan lo dice todo: ¡Grande Juventud Obrera, grande!
(*) Presidente de CAF Sicuris Juventud Obrera 2018-2019
[1] Percy Zaga Bustinza (+) fue presidente de Juventud Obrera, también ha escrito diversos artículos sobre la cultura puneña.
[2] Actualmente el libro de Juventud Obrera está en proceso de edición, por lo que se espera que los próximos meses se profundicen estos pasajes de la historia institucional.