Escribe: Rafael Mercado Benavent
LA REPATRIACIÓN DE FERNANDO TÚPAC AMARU DESDE EL EXILIO EN ESPAÑA
Los restos simbólicos de Fernando Túpac Amaru Bastidas, hijo menor del líder rebelde Túpac Amaru II y de Micaela Bastidas, fueron repatriados al Perú desde España.
Hay que recordar con dolor que Fernando presenció, con solo 12 años, la brutal ejecución de sus padres y su hermano mayor en 1781, tras lo cual fue exiliado a España, donde murió indigente a los 30 años.
Aunque sus restos físicos se perdieron durante la Guerra Civil española, su partida de defunción fue hallada en Madrid. Hoy su memoria será homenajeada.
Para los descendientes de la causa indígena, Fernando representa el linaje perseguido, pero no borrado.
Su figura, como la de su padre, revive el mito del retorno del Inkarri, ese mesías andino que volverá para restaurar el orden incaico.
Los manuscritos recientemente descubiertos revelan el sufrimiento del destierro y dan voz al legado silenciado.
La ceremonia en Cusco pretende saldar una deuda histórica con una sangre real que, aunque derramada, sigue latiendo en la memoria del pueblo.
EL ENIGMA DE LOS RESTOS MORTALES DEL INKA TÚPAC AMARU I
Como homenaje a este capítulo de la historia que hoy busca ser reivindicado, evocamos otros episodios poco conocidos sobre las misteriosas desapariciones de los restos de los inkas.
Ya su ancestro, el Inka Túpac Amaru I, había sufrido un destino similar, tras alzarse valientemente contra los conquistadores españoles.
En 1572, Túpac Amaru I, el último soberano del Imperio Inca, fue capturado en la selva de Vilcabamba por órdenes del virrey Francisco de Toledo y ejecutado públicamente en la Plaza de Armas del Cusco.
Su muerte marcó el fin de la resistencia incaica y dejó una profunda herida en el pueblo indígena, que lo veneró como símbolo de su linaje divino.
Para sus seguidores, Túpac Amaru representa un mártir de la libertad y una figura sagrada, cuyo espíritu perdura en el mito de Inkarri, según el cual retornará unido a Pachacútec y Atahualpa para restaurar el esplendor andino.
A pesar de los homenajes póstumos, su cuerpo fue enterrado en secreto, según algunos cronistas su hermana y cuñada, la ñusta Cusi Huarcay, lo hizo enterrar en la capilla mayor de la catedral del Cusco.
Sin embargo, tiene más peso la teoría que en realidad lo enterró bajo el convento de Santo Domingo, sobre el antiguo Qorikancha.
Luego de ser ejecutado en 1572 por designio del virrey Francisco de Toledo, se señala que la cabeza y el cuerpo del soberano Túpac Amaru comenzaron a ser adorados por los indios del Cusco, como si se tratasen de “una guaca”.
Las autoridades decidieron entonces darle un entierro cristiano en la cripta del Convento de Santo Domingo junto a los restos de otros miembros de su familia.
Para conseguir aquello se aceptó y difundió la versión de que el Rey Inca había adoptado la fe cristiana antes de su ejecución, por lo que sus restos podían descansar en tierra consagrada sin ningún inconveniente.
En el siglo XVIII, el mestizo cuzqueño Diego Felipe Betancur y el español Vicente José García, en su intento de probar el nexo de los Betancur con el soberano Felipe Túpac Amaru, visitaron la tumba en la cripta del convento, y señalaron que: “encontramos un cadáver en su ataúd, tendido de estatura gigante, con los brazos hacia las rodillas, el vestido anaranjado y zapatos gordos de hocico con tacones altos y la cabeza separada del cuerpo, aunque arrimada a él, el paladar fresco y la quijada de abajo entera.
” Según la revista Mariátegui: Posteriormente, en el período republicano (XIX-XX) se sabe que ocurrieron varios temblores y un terremoto de gran magnitud en el Cusco, y es aquí que los mismos cuzqueños del gobierno local hicieron remodelaciones y el fortalecimiento de las estructuras, y como no tenían interiorizados los pro tocolos de conservación, removieron los restos óseos de la cripta arbitrariamente o posiblemente los trabajadores los desecharon al no entender su valor, por lo que hoy no se sabe cuál es el paradero de los restos del soberano Túpac Amaru.
Aún hoy, arqueólogos siguen buscándolo. A esto se suma una noticia que remeció la red hace varios años… La historiadora española María del Carmen Martín Rubio, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, afirmó en algunas entrevistas que ella y su equipo de investigación creían haber dado con la tumba de Túpac Amaru I.
Martín Rubio viajó al Perú, y producto de su cuarta expedición, apuntó también que se pudo llegar a su cripta gracias a algunos documentos de la biblioteca del convento de Santo Domingo.
Sin embargo, nada más se supo sobre los resultados de este estudio, seguiremos indagando…

LA SEPULTURA SILENCIADA DE TÚPAC AMARU II
En una de mis tantas visitas al Cusco, me llamó mucho la atención el convento de San Francisco y sus catacumbas.
Grande fue mi sorpresa cuando la guía comentó que, entre aquellos ambientes mortuorios y múltiples cráneos, se encontraría nada menos que la cabeza de Túpac Amaru II.
¿Es cierta esta información? ¿Cómo fueron a parar sus restos mortales allí? Vamos a descubrirlo… José Gabriel Condorcanqui Noguera, más conocido como Túpac Amaru II, fue el líder de la mayor rebelión indígena contra el dominio español en el siglo XVIII.
En 1780, capturó y ajustició al corregidor Antonio de Arriaga en Tinta, iniciando una insurrección que se extendió por el sur andino.
Tras ser traicionado, fue capturado y brutalmente ejecutado el 18 de mayo de 1781 en la Plaza de Armas del Cusco: los españoles lo obligaron a presenciar la ejecución de su esposa Micaela Bastidas y de su hijo Hipólito, para luego arrancarle la lengua, intentar descuartizarlo con caballos —sin éxito— y finalmente decapitarlo.
Sus restos fueron repartidos como advertencia: su cabeza expuesta en Tinta, sus extremidades en distintas ciudades.
Sin embargo, según la cineasta Pilar Roca, los fragmentos del cuerpo de Túpac Amaru —”cabeza y extremidades, no tronco”— fueron entregados en secreto a Diego Cristóbal Túpac Amaru por el obispo Moscoso como gesto de buena fe para que firmara una amnistía.
Esos restos habrían recibido un entierro solemne, con “dos mil luminarias”, en el convento de San Francisco del Cusco, como consta —según Roca— en documentos conservados en el Archivo de Indias, expediente N°1040, y conocidos ya por el historiador Carlos Daniel Valcárcel.
El entierro fue clasificado como de “Cruz Alta”, reservado para personas de alto rango, lo que da cuenta de un gesto político silencioso por parte de la Iglesia en tiempos de tensión con Inglaterra.
Tras la ejecución de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II) en 1781, su movimiento insurgente no desapareció.
Su primo y cuñado Diego Cristóbal Túpac Amaru quedó al mando de los últimos focos de resistencia.