Escribe: Héctor Tintaya Feria
Nadie puede decir a ciencia cierta qué pasará en el 2025 en materia política ni social. En lo económico más o menos los pronósticos están definidos y, a pesar de lo que pueda suceder, así sea una hecatombe, parece que no alterará estos designios medianos sino mediocres de crecimiento al próximo año.
Tampoco se puede asegurar que haya una vacancia presidencial pues tal cómo van las cosas a este Congreso no le queda otra que seguir preservando su manejo del gobierno hasta el 2026 pues temen ciertos grupos que, de llegar el Fujimorismo a controlar la mesa directiva y hacerse del poder tras una posible vacancia, sus privilegios pueden verse recortados o al menos disminuido lo que les llevaría a ser vulnerables en materia penal, algo de lo que intentan escapar dando leyes a su medida.
Es muy probable que en materia de seguridad se haga más de lo mismo con este ministro del Interior o con alguno que se le parezca. Distraer a la opinión pública con capturas menores y preservando las fugas políticas tal cómo están, pues intentan ganar tiempo para que si no es el Poder Judicial sea el Tribunal Constitucional quienes amparen decisiones que convengan a sus socios políticos del gobierno. Todo esto en el marco de una sociedad doblegada moralmente y disminuida sindical o políticamente. Es impredecible pues a pesar que este panorama puede ser una ruta de lo que pasaría en el 2025, ya sabemos que cualquier chispazo puede encender la pradera y citarnos de la noche a la mañana frente a otros escenarios de cambios radicales e inmediatos.
Como nunca antes en las últimas décadas, este año que se avecina parece desesperanzador por dónde se le mire. Es como si nos hubiéramos acostumbrado a la misma película de gobierno que ingresa, gobierno que sale sin mayores cambios. Aunque la esperanza es un factor que no se mide para los índices económicos, de hecho sí lo es para el futuro de un país. Esto lo demuestra la gran cantidad de peruanos que se están yendo en los últimos años o, que de tener posibilidades, se iría a la primera oportunidad. Cuando en una sociedad las ganas de seguir viviendo en tu terruño te la arrebatan, por más que los índices macroeconómicos sean favorables, el futuro se presenta como un gran abismo al que en cualquier momento caemos sin remedio.