NIÑA II
Qué pide a cuitas
tu niña en su espejo,
Si al agua regala
cadencia y voz?
Y qué clama al aire
manita a sol medio,
Si adorna la tarde
con solo mirarla?
NIÑA III
Nunca como ahora en esta calle
tenderá del mediodía su candil
Que a su ida columpiaba de sus
orlas y a su esquina –río- iba;
Ni a sus manitas castañas gotas
que en su bata garzas, venados
Con las mismas de su vuelta, su
partida, su siempre sonreír, su ida.
POEMA
Qué musgo osó en vano
colar tu fuente y mi coraza?
Y qué sueño aspira
borrar mi desfonda y plegaria?
Si es el tuyo más que
grande el recuerdo,
Y es plegaria el dulce
nombre de tu nombre.
ALDEA
Retazos de campaneo se pasean
con el polvo en las espaldas.
Jadea el viento en la angostura
de una desdibujada capilla.
Del aprisco trashumante gotea
el hilo baladero de la esquila.
Cuando el viento gime el eco
de una abuela tuberculosa.
TIERRA
Hasta que hubimos probado
el germen de su incendio voraz
Y carcomido su terca costumbre
de ensartar gusanos, raíces y estrellas.
No comprendimos, salvajes,
su vientre fecundo, su ojo dador.
Ni supimos que era madre
y costaba sangre tenerla, amarla.
CAMPESINA
Tienes el germen de la tierra
y la distancia consumida en tus ojos.
El agua encharcada refleja
el vaivén de tus polleras rojas.
En tu comunidad hambrienta
bostezan niños y ollas vacías,
Y en la ruta de los extraviados
te añora un torvo labriego asesinado.
CUESTIÓN
No son tus cintas, dos cintas
más ciertas que el sol y la luna?
Y tus ojos, gotas de rocío o luceros,
verdades que arden y atizan noches vacías?
Y no hay en tus pechos reflejos lejanos
de montes y valles, fogatas que hielan?
O son locura, sueño o encanto
tus cintas, tus ojos, tus pechos, tú.
POEMA I
Un murmullo de brisa en la tarde
y estas ganas de decirte algo;
De mencionar tu nombre o escribirlo
en el aire como loco o poeta.
De ver tus ojos o tocar tu pelo
color de brisa, sabor de monte;
De tomarte en cuadrados y estallar
tu sangre que manche el paisaje.
POEMA II
Existes como rocío en silencio,
de lejos y con flores de retama;
De las estrellas tu voz viene
con garfios y olas clandestinas.
Cuando el eco de tu voz nos llega
se adornan de pastizales los caminos
Y cuando callas garúa un manto
de oquedades y azucenas verdes.
POEMA IV
Más que el vaho húmedo de tu sonrisa
huyendo entre pantanos y lluvia de parque
Más que la curva de tu cintura
dibujada con tinta de escolar y pereza
Y más aún que la fresca
ternura de tus profundidades,
Estás tú y tu pueblo preparando
un día nuevo de cristal y acero.
POEMA V
Agotada como un duende
en los libros de la vida,
Huida o ausente cabalgas
sin retorno entre marismas
Demás miras tu olvido, tu ocio
y tu sempiterna huella de caoba
Y en vano asfixias el silencio
que protesta y escarba tu recuerdo.
CARLOS OQUENDO DE AMAT
Las banderas de tu sangre roja
resuenan como campanas de pueblo.
Tus poemas persisten entre claveles
o perdidos en la cintura de las muchachas
Niños desnudos juegan en el mar
como buscando uno de tus versos
Y entre lluvias de otoño te descubren
dibujando continentes o retazos de luz.
Poemas (1997)
II
Porque pues, no a tus ojos
mis ojos pueden llegar,
con su sombra, su bulto flaco
y su pena ensimismada.
Ni a tus plantas, mis manos
sus yemas yertas unirlas
palmo a palmo implorando
su asomo a tus manos.
Si a mas verte, amarte mas
atino y en mi atrocidad,
royendo mi vientre huyes
viento hermoso, lejos de mí.
III
Tierna tu voz circula mi agreste roquedo
como manantial encornado
en pulcros palos de oquedades sepultas
tras rubias ratas que en su pecho
guardan viejas banderas de luto.
Demás a su estro pretendes robar
el tumulto infantil que acosa su fin
y a su inicio la cadencia totalitaria
de llegar para iniciar y nunca culminar.
¡Maravilla de vida, que es la vida misma!
Por cuanto lo dicho no es toda ella:
es infinita, dulce, tierna, bella, vertical,
y es sangre, clamor, rocío y lucero;
todo en uno solo, en un solo silencio:
en el instante mismo que naciera el mundo.
IV
A este nuestro largo grillo
que tanto con su cola blanca
osa quitar al sol su luz y que luego
en la mañana destruye con su aliento
mi sueño y tu sueño y el sueño de los justos,
para convertirlo en trizas de cartón
o en botes de papel para los niños.
¡Grillo! Le digo
le cierro un ojo, le limpio la calva,
le meneo los pelos de mi cola
y le tuerzo la lengua hasta que muera.
El grillo lee luego el diario
come los bizcochos de mis niños,
se lava los pies en agua limpia
y pregunta por la hora exacta.
¡Ah! grillo mío,
tan feo, tan bueno, tan tierno,
como llegaste has de morir
solo y colgado de una crin.
Mi ciego, mi gallo y tú (2003)