Quizá lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos en una bruja, es la figura de una anciana de rasgos poco agraciados volando encima de una escoba o preparando una pócima en un caldero junto a su gato…pero ¿de dónde proviene esta imagen o estereotipo instalado en nuestro inconsciente?
Para encontrar el origen debemos remontarnos largos años a través de los relatos, el arte y la mitología, pues la historia de las brujas es bastante compleja.
Es preciso decir que en el Antiguo Egipto la magia formaba parte de la cotidianidad de sus habitantes, quienes la empleaban en todos sus rituales, tanto en la vida como en la muerte, por eso es probable que su influenca haya llegado hasta el pueblo de Israel y trascendido a través de los relatos bíblicos, en donde es común encontrar advertencias en contra de la adivinación y se menciona a ciertos personajes como la Bruja de Endor, concretamente en el Primer Libro de Samuel, en donde narran el encuentro del rey Saúl con una adivina.
Por otro lado, la cultura grecorromana ofreció a varias figuras relacionadas con la magia y los hechizos, algunas de las más conocidas son la diosa Hécate, quien simboliza el lado más oscuro de las sombras y se le atribuye la invención de la hechicería. Medea, sobrina de Circe, quien aprende los principios de la magia, ambas mujeres autónomas y contrarias al prototipo de aquella época.
Lo cierto es que durante mucho tiempo la bruja o hechicera era quien se encargaba de curar enfermedades y traer al mundo a los bebés en aquellos pueblos en donde los médicos eran inexistentes, pues solo los privilegiados podían contar con ellos. Así, estas curanderas bondadosas eran grandes conocedoras de la naturaleza y trasladaban su sabiduría de una generación a otra.
Más adelante esta imagen dio un giro de 180 grados, pues de sanadoras, pasaron a ser perseguidas y muchas fueron condenadas a la nueva concepción cristiana que decía que Dios era el único capaz de curar el cuerpo y el alma, así la mujer en aquel tiempo tuvo para la Iglesia un papel inferior y lascivo, y por tanto propensa a pecados y yerros, por lo que constantemente era acusada de brujería. Fueron sospechosas de amarres y pactos con el diablo. Basándose en esta concepción, la Iglesia consiguió que el poder civil, entre 1450 y 1650, llegara a ejecutar a varias decenas de miles de adivinas.
Otro ejemplo de este último tipo de bruja es el del grabado de Lo Stregozzo “La procesión de la bruja”, de 1520. En él, una anciana bruja desnuda se aferra a un caldero humeante y monta un esqueleto monstruoso y fantástico. Su mano derecha se dirige hacia la cabeza de un bebé de una pila de infantes a sus pies.
Este grabado se produjo durante la “era dorada” de la imaginería de brujas, cuando despilfarrados juicios por brujería desolaban Europa (el punto máximo de la caza de brujas se produjo entre 1550 y 1630).
Con este hostigamiento hubo una efusión de símbolos asociados a la brujería brutalmente misóginos, mientras que los artistas aprovechaban la invención de la imprenta para diseñar el material rápido y ampliamente.
Para el siglo XVII las brujas ya eran consideradas una amenaza. En cambio, si las entendía desde lo social, fueron consideradas por otros como un disuasivo a grandes artistas como Goya de pintar alas que relacionan estas obras a cuestiones sociales.
En conclusión, la figura de la bruja ha evolucionado significativamente a lo largo de los siglos, reflejando las tensiones sociales, religiosas y culturales de cada época. Desde su rol ancestral como sanadora y guardiana de saberes naturales en sociedades antiguas, hasta su estigmatización como símbolo de peligro y herejía en la Europa cristiana, la imagen de la bruja ha sido moldeada tanto por la superstición como por el miedo al poder femenino. Las representaciones artísticas y literarias de brujas no solo reflejan estos miedos, sino también la lucha contra los roles impuestos a las mujeres. En la actualidad, la bruja es vista por algunos como un ícono de independencia y conocimiento, y su historia nos invita a reflexionar sobre las percepciones cambiantes de lo desconocido y lo incomprendido en la sociedad.
Por: Los Andes