El año pasado el Ministerio Público registró 21,800 casos de violencia sexual contra niñas y adolescentes. Una cifra sumamente reveladora del tipo de sociedad que somos, de cómo nos comportamos contra este sector vulnerable y sin embargo en lo que transcurre el 2024, ya hemos superado esa estadística lo que hace pensar que, aunque se implementen más políticas punitivas, educativas y sociales, se siente que no están haciendo efecto o simplemente nuestra sociedad está en un franco modelo esquizofrénico que no sabemos cuándo ni cómo vamos a parar.
En este tipo de problema/enfermedad nacional somos como una sociedad bipolar. Por un lado nadie discute que violentar a las mujeres de cualquier forma -peor aún a las mujeres vulnerables-es algo que amerita un castigo ejemplar. Cada vez ya no escuchamos, cómo hace poco nomás, las excusas anquilosadas que justificaban la violencia contra la mujer. Sin embargo, por otro lado, la casuística avanza sin control y, cuándo se trata de explicar esto hay análisis ingenuos que indican que, en realidad, se trata de la masificación del derecho a la denuncia. Que ahora, no es que existan más casos de violencia, sino que hay más libertad y empoderamiento para interponer la denuncia.
Da la impresión que penalizar más estos hechos o interponer acciones concretas a la currícula nacional que prevenga la violencia desde la etapa escolar, no surten efecto. Cómo que estamos arando en el mar en medio de un océano de causalidades que originan la violencia contra la mujer en todos los estratos de la sociedad. Hay también, y es bueno decirlo, la posibilidad de manipular una mayor protección a los derechos de la mujer para abusar de los mismos. Existe, claro está como cualquier ventana legal en la norma, pero son numéricamente los menos y de ahí no se puede generalizar el hecho este de pensar que los derechos ganados por las mujeres en las últimas décadas han sido superiores o conquistados demasiado rápido por lo que cierto comportamiento varonil aún no se adecua. Cómo que se requiere más tiempo y leyes para que entienda el varón su rol de respeto que debe tener hacia la mujer.
Mientras se analizan y discuten todas estas posibilidades, las mujeres siguen muriendo producto de los feminicidios o violentadas por responsabilidad de una sociedad tercamente machista. Lo más triste, sin embargo, es que esta mayoritaria realidad de este espiral se inicia casi siempre en la infancia o adolescencia. Hechos violentos de sangre en el cuerpo y en el alma que no logran curarse por el resto de la vida de una mujer. Un factor que muchas veces en el tiempo instaura en ella un factor de tolerancia enfermiza y violenta contra ella. Lamentablemente cómo si fuese natural o intrínseca a su género. [email protected]
HUARACAZO
Por: Héctor Tintaya Feria