Yonhy Lescano Ancieta, excongresista de 66 años con cuatro periodos legislativos —dos por Puno y dos por Lima—, reafirmó en una entrevista con Diario Los Andes que su experiencia lo prepara para asumir la presidencia del Perú.
Sin embargo, su aspiración depende de un frágil acuerdo con Carlos Zeballos Madariaga, congresista por Puno y líder de Cooperación Popular. “No es Vladimir Cerrón, no será un mandamás desde las sombras”, asegura Lescano, minimizando las tensiones con su exasesorado. Pero el pacto aún no está firmado y su alternativa menos ambiciosa es postular al Gobierno Regional de Puno, un “premio consuelo” que no oculta su verdadera meta: la presidencia.
ACUERDO CON ZEBALLOS
Lescano admite que su candidatura presidencial para 2026 depende de las negociaciones con Cooperación Popular, un partido en proceso de consolidación. “Estamos en días de decisiones”, dice, mientras su propio partido, Verdad y Honradez, lucha por inscribirse ante el Registro de Organizaciones Políticas (ROP).
Con más de 40 mil afiliaciones recolectadas —aunque el ROP observó casi el 50 %—, el exacciopopulista aseguró que su organización “no es un casca rón” como otros partidos nuevos.
Sin embargo, el pacto con Zeballos, un aliado controvertido, genera dudas sobre su viabilidad. El acuerdo no es una alianza formal, sino un “acuerdo político” que permitiría a Lescano encabezar la lista presidencial bajo el símbolo de Zeballos. “Dios quiera que nos pongamos de acuerdo”, expresa, aunque advierte que cualquier gestión sin su conocimiento “no se repetirá”.
Insistió en que los acuerdos deben quedar por escrito para evitar errores como los de Pedro Castillo con Perú Libre. “No soy Castillo; tengo 20 años de experiencia enfrentando a mafias en el Congreso”, recuerda, subrayando que su trayectoria lo blinda contra traiciones.
LA TRAICIÓN DE AP
Lescano no ocultó su decepción con Acción Popular, el partido que lo vio crecer y del que se retiró tras denunciar su “captura por inescrupulosos”. “Nunca me expulsaron; me fui”, aclaró, criticando a la dirigencia actual, vinculada a 81 procesos penales.
Su salida, tras 21 años de militancia, refleja la crisis de un partido que, según él, “ha traicionado a sus bases”. Ahora, su enfoque está en Verdad y Honradez, un proyecto que, asegura, “tiene cimientos sólidos” y aspira a perdurar más allá de 2026.
REFORMA CONSTITUCIONAL
Una de las propuestas centrales de Lescano es reformar la Constitución de 1993, que califica como “mercantilista y neoliberal”. “La de 1979 era superior”, afirma, aunque reconoce que el cambio depende de un Congreso dispuesto a convocar una Asamblea Constituyente.
Su argumento es que la actual Carta Magna perpetúa la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, el escepticismo persiste: anteriores presidentes, como Pedro Castillo y Ollanta Humala, prometieron lo mismo, sin resultados concretos.
ENTRE PUNO Y LIMA
Algunos sectores en Puno lo acusan de “abandonar” la región al representar a Lima en dos periodos. Lescano lo niega: “Nunca perdí contacto con mi tierra”. Atribuye su derrota en las últimas elecciones a una “guerra sucia” que usó a su esposa —de origen chileno— como blanco de ataques racistas. “La gente se dio cuenta”, dice, confiando en que el cariño popular, demostrado en festividades como la Candelaria, lo respaldará en 2026.
EL SISTEMA POLÍTICO PERUANO
Para Lescano, la clase política actual es “una desgracia”. Desde Fuerza Popular hasta los “topos” como Carlos Álvarez, todos, según él, “destruyen la democracia”. Su diagnóstico es sombrío: “No hay uno que se salve”. En este contexto, su apuesta es presentarse como el candidato “honesto y experimentado”, aunque su alianza con Zeballos —investigado por presuntos vínculos con casos de corrupción— genera dudas sobre su coherencia
ZEBALLOS ¿ALIADO O RIESGO?
Aunque Lescano restó importancia a las acusaciones contra Zeballos, admitió que “no hay pruebas contundentes” que lo vinculen a delitos. “Confío en el partido, no en la persona”, aclaró, aunque su discurso choca con la realidad: Cooperación Popular es un movimiento joven, sin estructura nacional. “Si no se da el acuerdo iremos a las regionales”, repitió, pero su tono delata que la presidencia sigue siendo su prioridad.
ELECCIONES 2026
Con el plazo para inscribir alianzas vencido, Lescano y Zeballos negocian contra reloj. “Si no hay acuerdo, evaluaremos otras opciones”, advirtió, aunque su margen de maniobra es limitado. Verdad y Honradez, aún sin inscripción, no podría competir solo en las generales. Su única carta es el pacto con Cooperación Popular, un partido que, como muchos otros, podría “desaparecer” tras los comicios, según sus propias palabras.
EL LEGADO DE LESCANO
Su trayectoria incluye batallas solitarias contra el fujimorismo y otros grupos de poder. “Me han querido eliminar políticamente, pero aquí sigo”, declaró con orgullo. Sin embargo, su imagen está marcada por contradicciones: mientras denuncia la corrupción, se alía con figuras cuestionadas. “La política es un fango, pero hay que lidiar en él”, justificó, consciente de que su camino está lleno de “deslealtades”.
ENTRE EL CARIÑO Y EL REPROCHE
En Puno, su figura divide opiniones. Mientras algunos lo ven como un “defensor de la región”, otros lo acusan de “olvidarlos” al migrar a Lima. “Soy el único que ha enfrentado a los corruptos”, argumenta, aunque acepta que la “guerra sucia” y los medios de comunicación erosionaron su apoyo. Su desafío ahora es reconstruir esa confianza en una región que lo vio nacer y que podría ser clave para su futuro político.
¿NO REPETIRÁ ERRORES DE CASTILLO?
Lescano insiste en que su perfil es distinto al del exmandatario. “No cometeré sus errores”, asegura, aunque su alianza con Zeballos evoca el mismo patrón: un outsider dependiente de un partido con liderazgos opacos. “La historia no se repetirá”, promete, pero el escepticismo persiste en un país cansado de promesas incumplidas.
ENTRE LA ESPERANZA Y LA REALIDAD
Lescano sabe que 2026 podría ser su última oportunidad. “Si no es ahora, será muy difícil”, admitió. Su estrategia combina pragmatismo — el acuerdo con Zeballos— y principios —la reforma constitucional—. Pero en un Perú polarizado, donde la desconfianza hacia los políticos es rampante, su sueño presidencial parece tan frágil como el pacto que lo sostiene.
“La política es impredecible”, concluyó, aunque su tono dejó claro que no renunciará sin luchar. ¿Logrará convencer a los peruanos de que es el cambio que necesitan? El tiempo, y las urnas, lo dirán.