‘En cárceles de Fujimori, la realidad superó a la ficción’

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Jorge Espinoza Sánchez escribió el libro las cárceles del emperador, que ha vendido más de 50 mil ejemplares hasta ahora

Jorge Espinoza Sánchez, poeta, editor y director del Fondo Editorial Cultura Peruana, escribió ‘Las Cárceles del Emperador’ (2002), una novela de lenguaje simple que ha vendido hasta hoy más de 50 mil ejemplares. De julio de 1992 a octubre de 1993, fue encerrado acusado de terrorismo y de integrar el Movimiento de Artistas Populares, organización que apoyaba a Sendero Luminoso. En 1996 fue encarcelado de nuevo, porque el Estado peruano declaró la nulidad de los procesos a quienes habían sido declarados inocentes.

Según apunta ahora, su estadía en la prisión Miguel Castro Castro, durante la dictadura de Fujimori-Montesinos, fue un calco de los campos de concentración nazis: los reos estaban hacinados veintitrés horas y media al día, en un espacio de 1.80 por 1.50 metros para cada tres personas. Solo treinta minutos al día podían salir a correr o a caminar al patio.

Los reos recibían como almuerzo: tres cucharadas de un Cau Cau con papas podridas y dos cucharadas de arroz; y en el desayuno, una taza de agua sucia con dos panes duros. Ese era todo el alimento del día. En la autocracia, gran parte de los acusados por terrorismo eran inocentes. 

El poeta asegura que hay vivencias en la cárcel que no se las puede imaginar ni el escritor más fantasioso. “La realidad supera a la fantasía, y en este caso con creces, porque pasan cosas increíbles en un lugar que es una jungla. Mi pabellón estaba separado del de los presos comunes, pero tuvimos algún trato con ellos, sobre todo cuando cruzábamos su pabellón para recibir a nuestros abogados a la entrada del penal, y también podíamos observar a través de la torre su inframundo”, enfatiza. El nivel de vida en el pabellón de presos por terrorismo de Sendero Luminoso, en el que habitaba Jorge, era sereno comparado con la de categoría infrahumana del de los presos comunes.

“Estábamos más organizados, porque a pesar de las limitaciones que había, la disciplina de estas personas con las que discrepé y discrepo ideológicamente, les permitía ser más organizados. El pabellón de los presos comunes, en cambio, era un lugar de locos, drogadictos, violadores, en fin, escoria humana. La cárcel es la parodia de lo que es la sociedad en su conjunto”, explica Espinoza.

Todo esto lo llevó a escribir esta obra, como un testimonio a los hombres de su tiempo y a los del futuro, para que esta barbarie no vuelva a repetirse. 

“Considero que el Perú no mereció este oprobio, este horror -asevera Espinoza- y mi libro queda como testimonio de los peruanos que sufrieron, que murieron, de los desaparecidos, para que no se repita, para no volver a ese pozo oscuro, que además de enlutar, empobreció moral y económicamente a nuestra patria”. 

Y agrega: “No tenía ninguna excusa si no lo hacía; el escritor está comprometido con los hombres de su tiempo o simplemente es un onanista”. Durante su estancia en la prisión, Jorge pudo implementar una pequeña biblioteca en su celda. “Además era una manera de salir de esas mazmorras, porque realizaba un viaje increíble a pesar de estar tras barrotes, fue una gran ayuda, el libro nos salvó de la locura”, refiere. Los primeros meses no les dejaron ingresar ningún libro a la cárcel, pero la familia tuvo que imponerse, desafiando a la policía para introducir las obras. No les dejaban trabajar, no les dejaban leer, todo esto para anularlos mentalmente, ni siquiera les permitían hacer deporte, salvo esos treinta minutos que consiguieron posteriormente.

Las Cárceles del Emperador tiene una prosa simple. A Espinoza le costó mucho encontrar este estilo, porque él quería que la novela sea leída por muchas personas. “Cuando encontré el lenguaje me dediqué a tiempo completo a escribirlo, empecé escribiendo dos horas diarias y terminé trabajando dieciséis horas diarias, el libro salió de un tirón”, confiesa.

Para él, el Perú no ha aprendido nada de la dictadura de Fujimori-Montesinos y de nuevo está cayendo en ese marasmo, en esa desidia que es un caldo de cultivo para la subversión. No hay esperanza para los jóvenes, la microeconomía sigue igual, tal vez peor, solo la macroeconomía ha levantado vuelo. Espinoza considera que “nuestro país está expuesto a caer de nuevo en la oscuridad. Seguimos creyendo en el fuji-montesinismo, en las elecciones pasadas (2016) estuvo a poco de llevarse el triunfo la hija del dictador (Keiko) Fujimori”. Asimismo, añade: “el peruano no aprende, el peruano adolece de cultura política, por eso es que siempre termina eligiendo o reeligiendo dictadores o personajes nefastos”. 

A pesar de que hoy su obra sigue siendo de las más vendidas en librerías y ferias de libros, argumenta que la crítica oficial no se ha ocupado de Las Cárceles… “porque todo esto responde a intereses de las grandes transnacionales del libro o a intereses políticos, a la crítica alcahuete no le conviene difundir esta novela, pero considero que esta me sobrevivirá”.

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