Una lluvia de fuego cayó sobre Israel, castigando especialmente a Tel Aviv el 1 de octubre, en un ataque que se originó desde territorio iraní, la mayor potencia militar de la región y la única capaz de rivalizar con el poderío israelí.
Los propios ciudadanos israelíes compartieron imágenes de la acción militar en redes sociales, mostrando la magnitud del ataque. Dos aspectos llamaron especialmente la atención: la increíble velocidad de los misiles y su despliegue en racimo, lo que complicó su interceptación.
Medios iraníes informaron que estas tácticas están diseñadas para burlar el sistema de defensa conocido como la “Cúpula de Hierro”, encargado de interceptar misiles. Este ataque sin precedentes contra Israel ha generado tal impacto que incluso ha puesto en una posición de tensión al primer ministro Benjamín Netanyahu, quien fue visto visiblemente nervioso y tembloroso durante un discurso reciente. Los objetivos del ataque fueron principalmente instalaciones militares, en especial aeropuertos y puertos marítimos.
Los medios de comunicación iraníes aseguran que la principal base del Mossad, el servicio de inteligencia israelí, fue completamente destruida. Sin embargo, es necesario tomar esta información con cautela, ya que en este tipo de conflictos suele difundirse información sesgada.
Este sangriento episodio ocurrió tras un exitoso ataque de Israel que resultó en la muerte de Hasan Nasralá, líder de la milicia Hezbolá. Israel cuenta con el apoyo financiero y militar de Estados Unidos y Europa occidental, mientras que Irán ha accedido a tecnología rusa y, presuntamente, financiamiento chino.
Estos actores son, en esencia, los que se enfrentan en lo que algunos ya consideran una “tercera guerra mundial”, que podría definir si Estados Unidos mantiene su posición como potencia dominante o si es reemplazado por potencias orientales. Los conflictos en el Medio Oriente parecen intensificarse, mientras las tensiones entre las principales potencias económicas y militares del mundo crecen, generando especulaciones sobre una posible tercera guerra mundial.
Sin embargo, lo que sucede actualmente se asemeja más a una “guerra fría”, donde las potencias evitan una confrontación directa, dejando que otros países peleen por ellos, causando estragos en zonas de influencia sin involucrarse directamente.