Por: Héctor Tintaya Feria
Una de las mejores enseñanzas que podríamos rescatar ahora que se cumplen dos años de que asumiera el mandato Dina Boluarte, luego del fallido y tonto golpe de Estado que dio Pedro Castillo, es que real- mente nunca gobiernan los que ganan en las ánforas.
Más allá de la torpeza, ingenuidad y presunta corrupción de Castillo Terrones en sus primeros casi dos años, tenemos que tener en claro que su posición ideológica y política que planteaba junto a Dina Boluarte sólo servía para los comicios. Que, más allá de lo que intentaban proponer, coalisionar o reformar, siempre iban a tener los poderes fácticos o reales tras el poder en el Perú. Y, enfrentarlos a ellos, más allá de ser de izquierda o de derecha, tendrían que saber que no se puede hacer nada actualmente si es que no están persignados ante tamaño soporte estructural. Que una cosa era la batahola del discurso y la amenaza y otra muy diferente el ejercicio del poder. La misma mandataria lo sabe pues ahora no se ha hecho mayor problema y se ha entregado sin miramientos a ese poder y fruto de ello es que goza de una estabilidad.
Eso lo hemos vuelto a comprobar en realidad, pues ya antes había sucedido con Ollanta, Toledo y el propio Alan García que aprendió lo que se tiene que dejar de hacer para sobrevivir en el poder. Por su indescifrable insensatez política es que Perú Libre y Pedro Castillo es que quisieron poner en jaque al sistema y este los expectoró sin mayor remordimiento. Una vez planificada la sucesión con una segunda vicepresidenta ya advertida, está – y ese puede haber sido su mérito – actuó como le dictaba las circunstancias que el poder fáctico exigía.
Ahora que ya pasaron dos años y que Dina Boluarte ha comprobado que no se puede retar al poder real si es que no tienes un respaldo político, ideológico y popular, ha hecho lo más práctico que le resulta en función a su destino político. Dejar que el piloto automático gobierne y obedecer a un Congreso que piensa lo podría salvar en una reelección de sus miembros. O al menos no salir tan perjudicada legalmente por más que haya evidencias de sobra. Mientras esto sucede trata de gozar y aprovechar del poder lo más que puede.
El mal augurio es que, el panorama, tal como se viene concibiendo desde ahora no va a cambiar el 2026. Es más, se va agudizar por la desmembración de los bolsones electorales lo que nos va a llevar a repetir, incluso con peores consecuencias, la realidad que ahora estamos sufriendo