RAFAEL MERCADO BENAVENTE
Continuamos.
Fujihuara se sintió nuevamente jalado y succionado en la nave, y no opuso resistencia hasta que se encontró adentro; allí, el nauseabundo olor a pescado podrido hizo que recobrara su sentido común y que protestara con todas sus fuerzas por este nuevo secuestro. Gritó, rogando que lo dejaran regresar y entonces sintió telepáticamente, que se le decía lo siguiente: “No temas, podemos asegurarte que no habrá peligro”, y se dio cuenta que la nave cobraba altura rápidamente. Luego, los pequeños seres le dijeron que querían enseñarle el interior del platillo, y Fujihuara, desde su incomodo lugar (el techo era muy bajo) metió la cabeza por una puerta posterior que abrieron para él. Desde allí vio un cuarto que parecía de máquinas y a un pequeño ser que manipulaba sus complicados mecanismos.
En realidad la cosa no le interesaba mucho, estaba deseoso de regresar a su casa y preguntó por cuál razón le hacían pasar por todo eso. Esta vez se le contestó a través de una pantalla que se encontraba encima de algo parecido a una sumadora; aparecieron allí, en Hiragana (caracteres elementales del idioma japonés) estas palabras: “Nosotros hemos venido a la Tierra porque algo muy grave puede ocurrir y desde hace cinco años estamos buscando un terrícola que pueda entendernos; y lo encontramos a usted, que puede captar lo que decimos”, “Queremos mostrarle la Tierra y luego daremos una vuelta por el espacio y lo devolveremos a su sitio, no se preocupe”. Después le colocaron una CRÓNICA EXTRATERRESTRE LOS PULPOS HUMANOIDES DE JAPÓN ¡RAPTADO POR EXTRATERRESTRES! especie de máscara de jebe que se adhirió totalmente a su rostro.
A través de la pared semitransparente de la nave vio una esfera azul que se alejaba y que piensa él, era la Tierra: le pareció muy bella. Luego la nave dio vuelta a un astro que cree él, fue la Luna. Durante ese tiempo, la familia de Fujihuara comenzó a preocuparse por su ausencia y fue a buscarlo a casa de los Nagahama. Llegaron acompañados por periodistas y se encontraron allí con los reporteros de la T. V. nipona. La noticia dada a conocer dos días antes qué había corrido rápidamente y ahora se sumaba a esa el segundo secuestro, divulgado por Nagahama que estaba consternado y se culpaba de haber dejado solo a su vecino. Entre todos, decidieron formar una expedición para buscar a Fujihuara. Eran las ocho de la noche.
Empezaron a gritar su nombre en la oscuridad: ¡Yoshihiro! ¡Yokko!, voces y conversaciones entre parientes y vecinos, que fueron grabadas por los reporteros de la emisora de Kitami. De repente se vio un punto rojo y luminoso que se alejaba en el cielo. Siguieron buscando un tiempo más, hasta que lo encontraron tirado en el suelo, sin conocimiento.
El 13 de abril hubo un tercer contacto. A las cuatro de la tarde Fujihuara recibió telepáticamente la comunicación de que en hora y media, sería nuevamente subido a una nave y que esperara en la casa de los Nagahama. Esta vez todo se volvió difícil por la gran cantidad de periodistas que acudieron al lugar, ya que se había extendido la noticia. La colina estaba llena de curiosos; todos los vecinos querían ver cómo el platillo se llevaba a Fujihuara… Muchos lo tildaban de mentiroso y en una nueva comunicación él también emitió un mensaje, era su deseo que le dieran algo que constituyera una prueba de lo que sucedería, o bien el permiso de que uno de sus amigos lo acompañaran. Se le contestó que debería ir solo, pero que se le daría una prueba del contacto.
A las cinco y treinta de la tarde, recibió la comunicación de que la nave no podía bajar porque habían muchas personas escondidas en la colina, lo que era cierto. Una hora después se le comunicó que subiera solo. Ya el camino había sido despejado por el señor Iwahashi, amigo del protagonista del caso, y autoridad en la zona. Antes de partir, Fujihuara pidió a los demás que fueran en su busca si pasados cinco minutos se dejara de escuchar su voz.
Hasta las 6. 41. p.m. , se le oía gritar: ¡aquí estoy!”. Después, el silencio fue completo. Partieron todos en su busca, por todas las cercanías, pero en vano. Mientras tanto, observaron una luz roja que se elevaba en el cielo.
Lo encontraron recién a las nueve de la noche, exánime; fue el grupo compuesto por Tanaka, Ywahashi y Nagama quien lo encontró. Creyeron que estaba muerto ya que les costó mucho trabajo reanimarlo. No parecía simplemente desmayado, sino más bien en estado cataléptico. Hubo otra cosa rara, su reloj marcaba las 12:20 p.m. cuando en los relojes de todos los demás solamente eran las 9:08 p.m. ¿Se había atrasado o bien adelantado el reloj de Fujihuara? Lo que era seguro era que antes de subir la colina, el reloj funcionaba perfectamente y que dentro del platillo el tiempo transcurría de manera totalmente diferente.
De su tercer contacto, Fujihuara cuenta que en el platillo que lo succionó se le comunicó telepáticamente, siempre por los extraños pulpos, que esa vez lo llevarían a conocer otro planeta. Al alejarse de la Tierra sintió un fuerte calor, como fiebre en su cuerpo, y dificultad para respirar. Uno de los seres le colocó en la cara una máscara negruzca y blanda, muy fría, que le ayudó a respirar mejor. Al cabo de un tiempo que no pudo definir, la nave aterrizó con un ruido sordo; se le hizo bajar con la máscara puesta y con una ropa que parecía de vinílico y que lo cubría totalmente. Vio entonces que el platillo se sostenía sobre unas patas.
El cielo era oscuro y a lo lejos pudo ver como una pared de arena pero con sus bordes encrespados como si fuera una ola de mar que se avecinaba. Reinaba un olor extraño que solamente pudo ser comparado por el testigo con el olor a “ceniza mojada”. Él no pisaba tierra firme, sino que estaba flotando. Después de un tiempo fue nuevamente introducido en la nave y allí, uno de esos seres partió con una herramienta rara una piedra y le dio una de sus tres partes a Fujihuara como constancia de la veracidad de su insólita experiencia.
Luego, en un tiempo que le pareció muy corto, fue traído de regreso a su colina, en la Tierra. Al salir de la nave sintió bajo él un aire cuya presión permitió a su cuerpo descender al suelo despacio, sin lastimarse. Después perdió el conocimiento recobrándolo dificultosamente, cuando, a las nueve de la noche, fue encontrado por sus vecinos.
Hay en ese caso, como en la mayoría, elementos para nosotros incomprensibles, no solamente por su singularidad, sino también por su falta de lógica. El protagonista de esta historia cambió totalmente y como ya lo mencionamos, recibe a menudo mensajes que sin embargo no comprende y que por lo tanto no se pueden difundir. Quizá su mente ha sido programada de especial manera y aún podemos tener sorpresas con él. El caso, debidamente investigado, parece ser auténtico, especialmente si se tiene en cuenta el inmenso cambio que presenta el protagonista, particularidad que se da en un gran porcentaje de las personas que pasan por experiencias similares.
En cuanto al trocito de piedra que Fujihuara trajo de su insólito viaje, el resultado del análisis arrojo que era de origen totalmente
Japón – ciudad de Kitami, prefectura de Hokkaido, 6 de abril de 1974. 3:00 a.m.: El maestro de escuela Yoshihiro Fujihuara fue despertado por el insistente ladrido de los perros, se vistió y salió a ver qué era lo que pasaba. A pocos metros de su casa, bajo un árbol, vio a alguien o… algo, parado; la tenue luz no permitía ver con precisión su forma. Fujihuara hizo un esfuerzo, miró con mayor atención, y con enorme sorpresa distinguió un extraño ser de un metro de altura, envuelto en una ropa semitransparente. De cabeza muy grande, despedía una fuerte luz de sus ojos rasgados. La curiosidad pudo más que la sorpresa y Fujihuara se le acercó para verlo mejor, pero el raro ser dio algunos saltos y retrocedió más allá del árbol