Arsenio Angles y José Salazar Rodrigo


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Escribe: José Luis Ayala | Cultural - 20 Nov 2016


Las simultáneas muertes de José Salazar Rodrigo y Arsenio Angles Angles, no serán olvidadas por el pueblo donde nacieron y desarrollaron el talento de cultores de la música urbana popular andina. Esa expresión cultural tiene su propio registro, cadencia, ritmo, poesía, escritura y nomenclatura. Es diferente a la tradición académica y no por eso tiene menor valor. Se trata de dos expresiones que se complementan y a la vez, permiten conocer el desarrollo como evolución de la ciudad letrada y la ciudad musical.

La música moheña tiene la dulzura de las zampoñas esenciales, la melancolía de siglos y magia que hace posible volver a vivir, cuando inunda los resquicios del espíritu. Poesía sideral, ritmo sincopado, cadencia melancólica y extraña alegría con sabor a dolor humano. Alegría y tristeza, añoranza y amor eterno, el tiempo pasa para no volver nunca más, es la expresión de las esdrújulas detenidas en el tiempo. La música moheña hace que el viento baile en medio de la soledad y la distancia.

Moho es un pueblo real maravilloso donde lo extraordinario es cotidiano. La música moheña tiene una marcada influencia de las zampoñas de Charazani e Italaque, debido a la vigencia cultural de la Nación aymara. Las fronteras de las repúblicas coloniales, no han podido separar la cultura y menos a quienes cultivan danzas, origen común, memoria social, sobre todo idioma, costumbres y sabiduría milenaria referente a la cosmopercepción.

Por eso, cuando se discute si la diablada es boliviana o peruana y se afirma que pertenece a Bolivia, hay un error esencial y denota falta del concepto respecto a la gran duración dialéctica de la historia. Sin embargo, todas las danzas aymaras tienen sus propias características regionales. Lo que significa un mayor enriquecimiento, evolución y cambio. Ninguna cultura es eterna y pura, todas están inmersas en un mundo que se caracteriza por continuos cambios y permanencia.

En Moho conocí al abuelo de Arsenio Angles Angles, llamado Escolástico Angles; traté a su padre Mauro y con su tío Aurelio por razones políticas. Mi tía Estrella Olazával Angles (hermana de mi madre Leonor), se casó con Hipólito Angles, hermano de Mauro, Serapio y Aurelio. No conocí a Serapio, fundador del Partido Comunista de Moho y Conima, debido a la presencia proselitista de Sergio Caller Iberico. Conocí a Cipriano Angles y a Pablo Apasa Toque, personajes de quienes habría que escribir sus biografías. Miguel Jaño Poma, murió muy joven, cuando empezaba a escribir la Historia de Moho.

Con Arsenio Angles Angles, fuimos amigos desde niños, yo cursaba el cuarto año de primaria en la escuela de los Yaqallachis (vejigas de cerdo), debido a que mi familia vivía en Jacha Xä donde mi padre era docente primario. Tenía que trasladarme de allí en ómnibus a Moho. Pero luego viví en las casas de mi abuelo Manuel T. Olazával, en la de Miguel Angles y de Eloy Angles. Compartí los alimentos con Luis y Francisco Angles Apasa (Pancho, desapareció en La Paz). Arsenio tenía mi edad y era el amigo más cercano. Conocí a sus hermanas Marlene y Maruja. Con Fredy vivimos como pensionistas, en un night club llamado “Calipso”, fuimos testigos de los amores de la dueña, una dama simpática, rica, coqueta y multiorgásmica.

En Moho, los niños mestizos estudiaban en el Centro Escolar de la Plaza de Armas, pero nosotros, los indios y cholos, éramos alumnos segregados y el profesor era Enrique Carpio. La escuela funcionaba en una antigua tienda de comerciantes italianos, los hermanos Passano. Pero mi madre Leonor, nos llevaba a pasar carnavales a Moho. Fue así como aprendí a tocar zampoñas y entender mejor la nomenclatura de la música sideral.

En realidad, parte de mi infancia la pasé en Moho. Debió haber sido hacia 1950 que por primera vez vi una diablada paceña. Frente al atrio de la parroquia, los jóvenes moheños trabajadores en La Paz, liderados por “Cascajo” Valdés, presentaron el relato. Años después, Ernesto Núñez Reyes, llevó a Puno la diablada de Oruro y causó una enorme sensación, desde entonces la diablada boliviana ha ejercido una marcada influencia hasta producirse una evidente simbiosis cultural.

A José Salazar Rodrigo lo conocí en la juventud, fue en una de las tantas veces que fui a Moho y escuché sus canciones de amor, desencanto, llenas de ternura y pasión infinita, era un poeta popular dotado y sus canciones quedarán grabadas en la memoria social. Una noche de los años 60 llegué a Moho y alojé en la casa de mi tío Lizandro Amat Machicao y él me llevó a escuchar un ensayo del Centro Musical Moho a la casa de Miguel N. Angles. Allí me encontré con Arsenio, ya era un joven músico talentoso y compositor.

Las veces que fui a Moho para visitar Conima y saludar a mis camaradas los hermanos Calderón, las conversaciones eran en torno al médico Carlos Oquendo Álvarez, Ernesto More, las luchas políticas en Bolivia, al general Camacho, los conimeños fusilados en la Guerra del Chaco y conquista de la selva de Madre de Dios por campesinos de ese lugar. Conocí a Natalio Calderón, quien tocaba en arpa canciones que después se convirtieron en huayños emblemáticos, del conjunto musical de zampoñas Qhanta tururi (Estrella del amanecer).

Arsenio Angles Angles, a diferencia de nuestros compañeros de primaria, se quedó en Moho y dedicó al magisterio como medio de subsistencia. Siempre que volví nos saludábamos con el mismo afecto. Recordábamos la vez que fuimos Merqe marka para conocer un lugar del que tanto se hablaba. Entonces ya era un músico respetado y querido por sus camaradas.

Muchas veces cuando escribo al atardecer y los celajes caen de bruces sobre mi mesa de trabajo, escucho la música eólica y cósmica de Moho. Desde el fondo del tiempo, mi madre moheña Leonor Olazával Angles, llega, acaricia y besa mi frente, mientras una lluvia de ácido ahoga mi corazón. El compás y latidos del acordeón de Arsenio inundan la tarde y me quedo abrazado a su recuerdo. No importa que se haya ido sin despedirse, basta que haya dejado el registro de su talento e infinita alegría, por lo que siempre vivirá en el corazón del pueblo que tanto amó.


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