Alberto Quintanilla: Necesitamos renovar la política con propuestas


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Escribe: Los Andes | Nacional - 21 Feb 2016


A escasas 7 semanas para elegir al Presidente de la República, a los integrantes del Congreso de la República y al Parlamento Andino, se nota escaso entusiasmo y movilización de candidatos y electores, reflejo de las pocas expectativas de cambio que espera la ciudadanía, existe una suerte de resignación de que poco o nada cambiará, que todo seguirá igual.

El poco interés es resultado de una política sistemática implementada desde 1990, por la dictadura de Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori, que buscó convertir la política en una actividad individual, egoísta, en un negocio donde se invierte para después obtener ganancias y utilidades, recuperar con creces lo invertido.

Convertir la política en un negocio, es dejar de lado a partidos y agrupaciones políticas como espacios colectivos, donde se debaten propuestas y soluciones a los problemas de la sociedad. Al convertir la política en un negocio, gana el de mayor inversión, los candidatos se transforman en productos de mercadeo y venta, dejando la política y el debate de proyectos y propuestas de solución a nuestros problemas.

El Perú atraviesa un periodo de renovación política, similar al que se vivió alrededor de los años 20, cuando aparecieron en la política nacional jóvenes políticos como Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, quienes bordeaban a penas los 25 años, años más tarde fundaron el APRA y el Partido Socialista, mientras que González Prada -fallecido a los 74 años, en 1918-, sostenía su conocida frase “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”, un reclamo de renovación de la política, corroída por la corrupción y fragmentación de la época.

Se requiere renovar la política, pues se está cerrando un ciclo político donde la mayoría de agrupaciones y partidos políticos se tornan obsoletos. Parte de este proceso es la renovación generacional, lo son también las formas y métodos de hacer política; pero lo más importante es el replanteamiento de propuestas ideológicas y programáticas.

Jóvenes como Verónica Mendoza, Julio Guzmán, desde distintas opciones y perspectivas de la política, forman parte de la renovación generacional.

Si bien Keiko Fujimori es joven, carga el pasivo de ser cómplice en las atrocidades cometidas por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. No puede negar las torturas que sufrió su madre Susana Higushi, ni el beneficio personal, producto del dinero sustraído al estado peruano, para pagar sus estudios y los de sus hermanos en universidades de Estados Unidos. No se trata de una renovación de las formas políticas, sino de la reafirmación de un pasado oscuro.

Para ser parte de la renovación política del país, no basta ser joven, se requieren nuevas propuestas, nuevos programas, rescatar la política como una actividad de servicio a la colectividad y construir una sociedad mejor para todos, con igualdad de oportunidades y derechos, sin discriminaciones.

El tener nuevas propuestas y programas no significa dejar los ideales de libertad, igualdad, solidaridad y justicia, sino la reafirmación de estos y la lucha por eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre que caracterizan a los ideales socialistas.

La renovación de propuestas y programas no significa el abandono de ideales, sino la modernización de las formas de hacer políticas, que se adecuan para responder a los cambios sociales actuales, por ejemplo, en las formas de comunicación y propaganda.

No es el mismo escenario político de la lucha contra la esclavitud liderada por Espartaco, ni cuando Lenin construyó un partido político en torno al periódico Qué Hacer, ni la alianza de Mao Zedong con el Kuomintang contra la invasión japonesa a China, no olvidemos una de las máximas de José Carlos Mariátegui, “la revolución no es calco ni copia, sino es creación heroica”, ni los planteamientos de “espacio tiempo histórico” de Víctor Raúl Haya de la Torre.

La renovación de la política, instituciones, movimientos y partidos de todo el espectro político y social peruano, es una necesidad imperiosa, profunda, que debe partir del respeto a la ciudadanía, buscando lograr institucionalizar los mecanismos de actuación política. Superar problemas y limitaciones requiere recuperar la credibilidad de los políticos frente a la sociedad.

La renovación que necesitamos debe basarse en la reafirmación de construir una sociedad justa, con respeto y preservación del medio ambiente, sin exclusiones, ni discriminaciones, sin explotación del hombre por el hombre, sin hambre ni miseria, sin desigualdades, con oportunidades para todos.

Esta renovación debe deslindar con toda corrupción, debe ser tolerante, creativa, plantear nuevas formas de hacer política, recrear la ilusión de que otro mundo es posible, ser una renovación que no se quede en lo generacional, que permita que todos, jóvenes y “viejos”, formen parte de ella, recuperando el respeto y la confianza política entre los actores y la ciudadanía.


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