Los milagros de la Mamita Candelaria


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Escribe: Los Andes | Nacional - 05 Feb 2017

Referirnos a la Virgen de la Candelaria, en la actualidad, es hablar de Puno, de sus fiestas, sus costumbres, su historia y su identidad. Ella, además de recordarnos nuestro fervor religioso, nos remite a nosotros mismos: a los que fuimos, a los que somos y a los que seremos.


Aunque son cientos y acaso miles los milagros que la Virgen de la Candelaria ha prodigado a sus fieles devotos, son pocos los que han alcanzado tal reconocimiento por parte de la colectividad puneña. Y es que, a veces, solo se ve lo superficial de la festividad, es decir, el jolgorio, las danzas e incluso el desenfreno, todo en detrimento de lo más profundo: la fe y la devoción que, aunque contados, significativos sectores le ofrendan a su patrona.

No es necesario, en ese sentido, recordar cada uno de los acontecimientos en los que, seguramente, la Mamita Candelaria ha tenido participación, sino aquellos que han marcado y marcarán -más allá del contexto histórico en que se presentaron- la vida y desarrollo del pueblo de Puno y, por qué no decirlo, del mundo mismo.

HISTORIA
La Virgen de la Candelaria hizo su primera aparición hacia 1400 o 1401, en la desembocadura del barranco de Chimisay, en el municipio canario de Güímar (España), aunque recién en 1594 Fray Alonso de Espinosa escribiría su historia.

Según relata, fueron dos pastores los que la vieron por primera vez. El primero de ellos, que le pidió que se fuera, quedó petrificado de un brazo (con el que, previamente, le hizo señas para que se vaya), en tanto que el segundo resultó herido con su propio cuchillo, el cual había usado para “espantar” a la santa imagen.

Tras ello, ambos huyeron a Chinguaro, a la cueva-palacio del mencey (o jefe territorial) Acaymo, para referirle lo que había ocurrido. Y, una vez que todos fueron al lugar donde sucedieron los hechos, aconteció el milagro: los pastores que habían quedado heridos, al tocarla para llevarla al palacio, quedaron sanados instantáneamente.

EN PUNO
La primera noticia de la virgen de la Candelaria que se registra en nuestra región, aconteció en Huancané. En 1696, Juan Quiepo Llano y Valdez, obispo de La Paz (Bolivia) de ese entonces, al rememorar su visita al pueblo chiriwano, escribió: “tiene tres viceparrochias, una en la estancia de Toquepani; otra en la estancia de Ynchupalla...; otra en la estancia de Arcani, distante 9 leguas del pueblo, con la advocación de la Candelaria”.

Desde esa época, la santa imagen fue entrando en los hogares de los pobladores de la zona, ganando fe y devoción. En consecuencia, a comienzos del siglo XVIII, en la villa y el pueblo que medio siglo después sería Puno, la virgen ya tendría un nombre ganado.

Ello se prueba merced a una escritura del 01 de agosto de 1707, por la cual Felipe Valdez concedía una vivienda en alquiler al Marqués de Villa Rica (hijo del acaudalado minero José Salcedo, que dirigió la rebelión de Laykakota), y por una memoria testamental de Catalina Gayoso, de 1752, donde se menciona a la mamita Candelaria.

Tal fue el crecimiento de esta devoción, que los pobladores de la Villa de Puno lograron que la imagen se refugie en el templo San Juan Bautista, en un altar menor, a costa de las tres advocaciones impuestas oficialmente: el propio San Juan Bautista, San Carlos y Nuestra Señora de la Concepción (los dos últimos se entronizaban en el altar de la actual Catedral de Puno).

La entronización definitiva de la Candelaria ocurrió en 1781, cuando la villa de Puno era sitiada por el ejército revolucionario, continuador de la lucha de Túpac Amaru. Según se dice, tras varias batallas ocurridas en marzo, abril y mayo de ese año, y frente a la inminente toma de la ciudad, los pobladores decidieron sacar en procesión a la santa imagen para pedir su protección.

La tradición cuenta que los sitiadores, esa noche de la procesión, abandonaron la ciudad y se replegaron; algo que los pobladores tomaron como un milagro de la Virgen de la Candelaria, consagrándola por ello en el altar mayor del Templo San Juan Bautista.

Desde entonces, las manifestaciones festivas en su honor se volvieron más intensas y multitudinarias, convocando -con el paso de los años- a turistas de todas partes del país y el extranjero, quienes alegremente disfrutan y veneran a la Santa Imagen.

RECONOCIMIENTOS
Tras ello, hubo un crecimiento de la festividad, tan inusitado, que grandes personalidades indigenistas del país arribaron a Puno, con tal de conocer un poco más de lo que aquí sucedía. Es el caso, verbigracia, del gran escritor José María Arguedas, quien en 1967 llegó a Puno a apreciar el concurso y, a la vez, a hacer de jurado. Un mes después, el 12 de marzo, el diario El Comercio publicaba su famoso artículo “Puno, otra capital del Perú”.

Un texto que, por su honda significación y gran calidad, caló hondo en los pobladores del altiplano, quienes bregaron ante las instituciones del Estado para que esta festividad sea reconocida a nivel nacional, cosa que lograron -de alguna manera- el 5 de noviembre de 1985, cuando se le confiere a la ciudad de Puno la categoría de “Capital del Folklore Peruano”, por Ley Nro 24325.

Tan solo tres años después, exactamente el 7 de febrero de 1988, luego de celebrar el día de la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo (el 02 de febrero), Monseñor Jesús Mateo Calderón Barrueto, entonces obispo de la Diócesis de Puno, elevaría este templo a la categoría de "Santuario de la Santísima Virgen de la Candelaria" de Puno.

En este escenario, el amor y la devoción hacia la “mamacha” ya era todo un acontecimiento en el sur del Perú, por lo que fue muy natural que el Instituto Nacional de Cultura, con Resolución Directoral Nacional Nro 655, declarara Patrimonio Cultural de la Nación a su festividad, el 02 de setiembre del 2003.

Una declaratoria que adquiriría renombre mundial con la inclusión de esta fiesta, la más andina y peculiar de todo el continente sudamericano, en la lista de patrimonios culturales inmateriales de la Humanidad, por parte de la UNESCO, el 27 de noviembre de 2014.

MILAGROS
Además del milagro que aconteció en su primera aparición, y muchos otros que se dieron en torno al viejo continente, la Virgen de la Candelaria protagonizó otros hechos increíbles a lo largo de la historia. No obstante ello, conviene recordar primero la otra versión milagrosa de lo que ocurrió en 1781, cuando la villa de Puno era sitiada por el ejército revolucionario.

Según se dice, en aquella misma ocasión, durante la procesión matinal, las andas de la virgen empezaron a brillar con gran intensidad, encegueciendo a los sitiadores, haciéndolos víctimas de un terrible espejismo: un enorme ejército a caballo llenaba la ciudad y sus armas brillaban también intensamente. Ante esa visión, las tropas de Túpac Katari se replegaron.

Los otros dos milagros, que tienen que ver con su aparición en Puno, son los siguientes. Primero, se dice que en las afueras de la mina de Laykakota, en 1675, el español don José Salcedo mandó derribar las casas de los mineros que se encontraban en las bocaminas. Antes que se cumpliera su orden, todos vieron aparecer en el lugar una virgen envuelta en llamas luchando contra el demonio. Esta visión hizo desistir a Salcedo y desde entonces nació el culto y el nombre de la milagrosa virgen.

El segundo es el que cuenta Dionisio Quispe: "La Virgen, con el rostro de una Señora elegante, serenísima, y con un niño en los brazos, apareció en el siglo XVII a un nativo de la zona, quien por orden de su amo cuidaba un pequeño caserío ubicado a las riberas de un riachuelo en las faldas del Cerrito Huajsapata”.

Y continúa: “En esos tiempos los españoles sancionaban drásticamente a los nativos que no cumplían con sus trabajos en las minas, así que el hombre se encontraba entre el dilema de obedecer a su amo cuidando el terreno o de obtemperar a las órdenes de los Españoles. La Virgen le pidió el permiso de poder lavar las ropas de su hijo en el río, a cambio de cuidarle el predio hasta su regreso. Cuando regresó con su amo, quien no creía en esta historia, encontraron el busto de la Virgen, toda vestida de blanco, con un niño en los brazos y sus ropitas aún mojadas".

Aunque son menos relevantes por el contexto geográfico, son importantes de mencionar otros hechos sobrenaturales ocurridos a poca distancia de Puno. Nos referimos a los milagros ocurridos en Bolivia y que consagran también a nuestra Mamita Candelaria.

El el país altiplánico está consagrada la Leyenda del Chiru Chiru (o Nina Nina), que trata sobre un bandolero devoto de la Virgen, redimido por esta en el momento de su muerte. Este bandolero tenía su guarida en el cerro Pie de Gallo (otras versiones hablan de una casa abandonada, una choza, o una cueva).

Una noche fue herido de muerte por lo que acudió a su guarida para morir implorando ante una imagen pintada de la Virgen de la Candelaria (otras versiones hablan de una estatua), que –se supone- él habría pintado/esculpido. A partir de ese momento, el refugio se convirtió en centro de romería y peregrinación para el pueblo.

También destaca la leyenda (recopilada en La Paz) sobre el derrumbe de una mina en Oruro a mediados del siglo XVIII, en 1789, en que la Virgen de la Candelaria salva milagrosamente a los mineros atrapados, no solo de la muerte, sino de que el Supay les robe el alma.

Desde esa fecha la celebración se centró en el culto a la Virgen del Socavón (también conocida como "Virgen de la Candelaria"). En la actualidad, las más importantes celebraciones se centran en el Santuario del Socavón.

Una tercera leyenda muy difundida es la de Wari, un semidiós muy antiguo que soltó víboras gigantes que lanzaban fuego por la boca para eliminar a los uros que, contraviniéndolo, deseaban retornar a la senda del bien; después de matar a muchos, se apareció una Virgen Morena que las petrificó, salvando al desdichado pueblo de la extinción total.

Estos son algunos de los milagros en donde la Virgen de la Candelaria es protagonista, los más populares. Hay otros, menos divulgados por cuanto son más personales, que muchos quisieran relatar, pero que no caben aquí por el momento. Como fuera, y como dijeron ya varios intelectuales puneños, más allá de los mencionados, quizás el milagro más importante de la Mamita Candelaria es que cada vez nos une más como un pueblo que comprende sus raíces y se proyecta hacia el futuro.


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