Los Andes

Hay una tendencia a discriminar a las personas por como piensan. Antes de que cualquiera exprese su opinión en redes sociales se le mira el perfil, se le busca dónde nació, en qué partido milita, si apoya tal o cual bandera, si es flaco, si es gordo, si es cholo, negro, indígena, etc, etc.

En pleno inicio de siglo, con conceptos dizque modernos, aún seguimos con el racismo y la discriminación a tope. No solo es la de raza, que es la más emblemática y que es transversal, es decir, que muchas veces los sectores racistas no solo actúan por un lado, sino que cada uno cree que es mejor que el otro por diferentes razones y justificaciones. Así el moreno racea al chino, este al blanquiñoso, que cholea a diestra y siniestra… generalizando, claro.

Pero ahí no queda la cosa. La flaca desprecia a la gorda y visceversa, el adinerado al pobre y el peón al universitario, el capitalino al provinciano, el de la selva al de la sierra y el costeño a los dos, el periodista de radio al de prensa y los dos al de tele y seguimos ad infinitum.

En Italia y otros países se discrimina a los no nacidos no solo por tener enfermedades con retraso o atrofias en miembros, sino por el color de la piel… Muchos casos existen de madres que han abortado solo porque el color de la piel de su bebé, en las pruebas preliminares, dio como positivo a pigmentación diferenciada a los progenitores.

La discriminación por religión es inmensa y viceversa, a doble sentido muchas veces. Se quiere que los funcionarios no digan que fe promueven pero a la vez si se desea que adopten una posición ideologizada, como para decirles si quieres que me quite la fe quítate tú la ideología. Sabemos que no es posible. La discriminación y el racismo cunden ahora en los procesos electorales por cómo pensamos y qué defendemos, seguir así solo favorece a los corruptos que se acomodan en cualquier viento favorable, diciendo hoy día apoyo tal cosa mañana otra. Dejar de lado los prejuicios y enfocarse en las propuestas será el verdadero discernimiento, usted decide.