Los Andes

Iba encima de una camioneta, saludando a los simpatizantes por las calles del centro de Arequipa, rumbo al hotel emblemático en el Puente Grau. Era abril del 2006 y el candidato presidencial Ollanta Humala sonreía a los hombres y mujeres de prensa que seguíamos a pie su vehículo para lograr algunas declaraciones. Nunca las dio; al contrario, nos regaló una sonrisa irónica. Así era en ese entonces, muy déspota con los medios que no le eran afines. Todavía es así.

Por la mañana varios colegas esperamos la llegada de la ahora pareja presidencial en el Aeropuerto Rodríguez Ballón; él salió hermético, pero ella, Nadine Heredia, nos ignoró con evidencia y saludó directa y efusivamente a la corresponsal de Al Jazeera, medio de noticias árabe que estaba interesado en el candidato “antisistema�. Ella era la relacionista pública, dirigía a los adherentes del Partido Nacionalista y el vientre de alquiler Unión Por el Perú, la que en el mitin de cierre en la Plaza de Armas controló hasta el sonido. Era ella y no nos dimos cuenta en ese momento.

Ahora es Ollanta el que quiere rebatir lo que Alan (sí, él, que le atinó desde un inicio) nos mostró en estos años y le granjeó el odio eterno de la inquilina de Palacio de Gobierno: que era Ella el poder tras el poder. En la entrevista que concedió a un amigo suyo para la Revista Hola, lo dice algo más claro y en confianza: "En la siguiente vez, quince días después, me puse firme y le dije: Tienes que hacerlo (lo del Moqueguazo), no hay forma de que no lo hagas... Si él me ve más firme, se fortalece..."

Ella, la que pudo darnos un buen Gobierno, pese a la oposición de nosotros, no lo hizo, dejó que el poder la embriagara, como bien describió su propio suegro. Ahora que todo acaba en unos meses, cuesta creer que ese par de personas metieran tanto miedo y esperanza a un país entero, cuesta creerlo pero la verdad se abre paso: la soberbia les ganó, por sobretodo.

No dejan un país al borde del desastre, no, pero tampoco un país más rico o estable; solo dejaron que las aguas siguieran su curso y con algunos modelos antifamilia y antivida como semilla y de cuidado, pero en todo lo demás, tibios. Cómo finalmente recordarlos usted decide.