Alimentación: ¿calidad de vida o sumaq kawsay?


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Escribe: Julio Eduardo Torres Pallara | Sociedad - 03 Jan 2016


La literatura científica indica que “alimento es cualquier sustancia diariamente ingerida por los seres vivos con fines nutricionales y psicológicos. La finalidad nutricional, tiene que ver con la regulación del anabolismo y mantenimiento de las funciones fisiológicas. La finalidad psicológica, tiene que ver con la satisfacción y obtención de sensaciones gratificantes”.

La vida de los seres humanos depende de los alimentos que la Madre Tierra nos proporciona. En los alimentos, las sustancias de las cuales depende la vida, son los nutrientes.

Sobre la alimentación, la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en su Artículo 25 inciso 1, declara: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, …”. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO señala: “existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana”. Además considera: “un hogar está en una situación de seguridad alimentaria cuando sus miembros disponen de manera sostenida de alimentos suficientes en cantidad y calidad según las necesidades biológicas”. Por su parte, la Ley Marco Derecho a la Alimentación, Seguridad y Soberanía Alimentaria aprobada en la XVIII Asamblea Ordinaria del Parlamento Latinoamericano, diciembre de 2012 en Panamá, precisa: “Seguridad Alimentaria y Nutricional, se define como la garantía de que los individuos, las familias y la comunidad en su conjunto, accedan en todo momento a suficientes alimentos inocuos y nutritivos, principalmente producidos en el país en condiciones de competitividad, sostenibilidad y equidad, para que su consumo y utilización biológica les procure óptima nutrición, una vida sana y socialmente productiva, con respeto de la diversidad cultural y preferencias de los consumidores. Y, Soberanía Alimentaria se entiende como el derecho de un país a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, que garanticen el derecho a la alimentación sana y nutritiva para toda la población, respetando sus propias culturas y la diversidad de los sistemas productivos, de comercialización y de gestión de los espacios rurales”.

A pesar de estas declaraciones y definiciones, desgraciadamente en el mundo gran parte de la población humana padece de hambre, como consecuencia de las invasiones, la apropiación de tierras, las políticas económicas (deuda externa, privatización, comercio injusto, TLCs, etc.), las catástrofes naturales, todas causantes de la pobreza.

En ese contexto, el Perú, de haber sido un país con soberanía alimentaria, hoy es un país dependiente alimentariamente. Y en el caso concreto de nuestra región altiplánica, de ser la despensa de alimentos para otras regiones del país, hoy, además de ser una región dependiente y con patrones alimentarios modificados, infortunadamente es una región subsidiada y con déficit alimentario, lo que se evidencia con los elevados índices de desnutrición y anemia que presentan, en especial, nuestra niñez y juventud, así como las diversas enfermedades que padecemos los adultos, como consecuencia de una deficiente dieta alimentaria.

Frente a esta situación, los pobladores del altiplano del Lago Titicaca no podemos seguir esperando que las ONG y “expertos” ajenos sigan interpretándonos. Es tiempo de explicarnos por nosotros mismos las causas que han ocasionado tal realidad y las características manifiestas de la misma. Y en ese devenir, plantear y debatir alternativas de solución.

Para explicar las causas, debemos remontarnos históricamente al fatídico instante en que nuestro continente Abya Yala y nuestra patria, el Tawantinsuyo, fueron invadidos por las hordas occidentales. Los invasores no sólo tomaron nuestro territorio, provocando el más grande genocidio de la humanidad, sino que irrumpieron con perversidad y con propósito destructivo en contra de todas las manifestaciones culturales construidas hasta entonces por la cultura INKA. Entre toda esa barbarie, arremetieron en contra de la ciencia y tecnología agrícola-alimentaria, al extremo de prohibir el consumo, por ejemplo, de la QUINUA.

Más adelante, con la república criolla, la situación en términos generales no cambió; más bien, desde los últimos decenios del siglo pasado y en estos primeros quince años del presente siglo, con la imposición de políticas económicas por los organismos internacionales según los intereses del orden mundial imperante y la sumisión de los gobiernos de turno del Estado Peruano, el problema alimentario del país y, de manera específica, de la región altiplánica, se ha complicado. Para ser más concretos, nos referimos al modelo económico neoliberal impuesto en el Perú de manera radical y dogmática por la dictadura de Fujimori y Montesinos, e implementada por los gobiernos de Paniagua, Toledo, García y Humala.

Las características en materia alimentaria de esta realidad (exceptuando a la población que se encuentra en la condición de extrema pobreza) se explica, reconociendo que la mayoría de las personas, niños, jóvenes y adultos, mujeres y varones, vivimos encandilados por la modernidad, por todo aquello que simplifica la manera de vivir, y los cambios que estos hacen experimentar. Se prefiere la comida rápida, la comida chatarra, las comidas y bebidas de moda, en especial los que tienen etiqueta de importadas.

Se vive obsesionado con todo aquello que la “modernidad”, el mercado, la economía y muchas veces la vanidad puede permitir, de modo que al tenerlo nos enajenamos, y si no lo tenemos, anhelamos tenerlo.

En ese trance extraño, poco interesa saber: con qué, cómo, dónde lo han producido; y cuáles son los beneficios o daños que genera el consumo del producto.

Entonces, tenemos que preguntarnos: ¿Qué es lo que nos impulsa a tener esta actitud de consumo?

Consumimos todo aquello que el mercado nos ofrece, en función de los patrones de consumo determinados y posicionados por la manipulación mediática en nuestro cerebro, reforzada por el marketing, la avalancha publicitaria, el aparente buen trato al cliente y las facilidades crediticias.

En ese escenario establecido, los defensores del sistema pregonan que esta forma de vida y consumo es lograr calidad de vida.

Calidad de vida que se define como la disponibilidad de determinadas condiciones materiales de vida y la satisfacción experimentada por la persona con dichas condiciones, las mismas que son apreciadas y medidas por una escala de valores establecidos por los progenitores y apologistas del orden imperante.

Conceptuada y valorada de ese modo la calidad de vida, esta tiene una acepción eminentemente cuantitativa y materialista, para vivir sólo el presente, que se sustenta en el crecimiento desmedido, la competitividad, elegibilidad, cuyo propósito es la acumulación de riqueza para comprar bienes y servicios para vivir bien (con lujo y derroche), que en la realidad generan individualismo y egoísmo, diferenciación y exclusión, consumismo y contaminación.

Por lo tanto, el concepto de calidad de vida o vivir bien, en un país con marcadas diferencias y exclusiones, está predestinada sólo para el estrato privilegiado que puede acceder a esas condiciones materiales de vida. Sin embargo y a pesar de ello, los que acceden a esas condiciones y los que no accedemos a las mismas, no logramos satisfacer plenamente nuestras necesidades nutricionales básicas, lo que implica que nuestro organismo no funcione de manera armónica, con repercusiones negativas en la salud, en el vínculo familiar, comunitario y con la madre tierra.

De ese modo, el concepto de Calidad de Vida está lejos de corresponder incluso a lo que la FAO ha establecido como Seguridad Alimentaria; y está en contraposición a la posibilidad de lograr Vivir Plenamente.

Entonces, ¿existe alguna alteridad? Claro que sí. Ahí está, el sumaq kawsay (buen vivir), objetivo estratégico de la vida de nuestros antepasados, los INKAS y sus antecesores, los pukara, puquinas o tiwanacos, cultura que se originó aquí, en el altiplano del Lago titIcaca.

El Sumaq Kawsay es una concepción cualitativa, pensado no sólo en la vida personal y para vivir el presente, sino está pensado para la convivencia en armonía entre los miembros de una comunidad y de la comunidad con su medio ambiente, sobre todo advirtiendo el bienestar de las futuras generaciones frente a los cataclismos socio-culturales y climatológicos (PACHAKUTIS), como los que estamos confrontando por casi 500 años y el cambio climático que estamos empezando a experimentar.

El Sumaq Kawsay se sustenta en la concepción vital del cosmos, en la complementariedad proporcional y recíproca en el modo de vida, en el trabajo y en el uso de los materiales que la Madre Tierra nos brinda, para producir bienes y servicios para vivir en armonía.
El Sumaq Kawsay comienza porque las personas tengan una buena alimentación (funcional, variada, saludable y segura). Sólo así una persona podrá lograr armonía en sus funciones vitales, que le permitan:

Construir sus saberes a partir de su plena vincularidad con el cosmos y sus vivencias comunitarias – Allin Yachay.
Tener autoestima, amor por su familia, su comunidad y la madre tierra – Allin Munay.
Hacer bien su trabajo y realizarse como ser humano – Allin Ruay.

Es a partir de ese objetivo estratégico que nuestros padres los INKAS, construyeron su sabiduría agro-alimentaria, heredad que está a nuestra disposición, si investigamos bajo los principios y propósitos de forjar el Sumaq Kawsay.

  • En astronomía establecieron un extraordinario calendario agrario, a partir del conocimiento que lograron sobre el ciclo de los solsticios y equinoccios, del ángulo del eje de rotación de la tierra y de la trayectoria de las estrellas en la inmensidad del cosmos. En este tiempo, retomar esa sabiduría nos permitiría precisar los periodos agrícolas.
  • En geología e hidráulica, construyeron los andenes, waruwarus y q’ochas para gestionar de manera excepcionalmente eficiente el agua y contar con tierras de cultivo en espacios tan difíciles como el altiplano. Ahora que hacen falta tierras de cultivo seguro y se avizora escases de agua, bien se puede recuperar toda esa infraestructura abandonada y construir donde sea necesario.
  • En biotecnología, en su vinculación con la naturaleza identificaron una gran cantidad de bioindicadores en la flora y fauna, pronosticando las variaciones del periodo de lluvias, inundaciones y sequías. Este conocimiento hoy nos hace falta para fechar los cultivos y cosechas.
  • En genética están todas las variedades y la diversidad de alimentos, que la ciencia y tecnología alimentaria actual vienen reconociendo su valía, aunque muchas se están perdiendo y los pocos que se conocen se promocionan sólo con fines comerciales y utilitarios. Ahora que la producción agro-alimentaria enfrenta grandes riesgos y la población demanda alimentos con alto valor nutritivo, ahí tenemos todas esas variedades de alimentos resistentes a las adversidades climáticas y con alto valor nutritivo.
  • En conservación de alimentos, están las tecnologías aún inexplicadas del chuño, el charqui y la infraestructura de almacenamiento las Pirwas y Qolcas. Estas tecnologías utilizan el frío de las heladas, la energía solar y la brisa del viento respectivamente, por tanto son una excelente alternativa para conservar y prolongar la vida útil de los alimentos en tiempos en que el costo de la energía está por las nubes.

En conclusión, si en occidente la aspiración máxima de su existencia es alcanzar o mejor comprar calidad de vida; aquí en este otro lado del mundo, en el continente ABYA YALA y en nuestra patria el Tawantinsuyo, antes de la llegada de los invasores e inmigrantes, existió una cultura cuyo objetivo estratégico fue alcanzar el Sumaq Kawsay o vivir plenamente y en armonía, que en estos tiempos de globalización, pluriculturalidad y frente a la crisis alimentaria que se avecina, es un reto que nos toca asumir y promover. Debemos, pues, impulsar estos principios básicos refundando las escuelas de los Qapaq Kuna por la ruta de la sabiduría Inka del Qapaq Ñan.


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