Los Andes

Conocí a Prudencio Ramos Canaza cuando ejercía la función de director de la Biblioteca Municipal Pública de Puno, en 1970. Cargo del que Gamaliel Churata fue subrogado, luego perseguido y obligado por el prefecto de apellido Muente, a salir de Puno y el Perú. Churata, entonces, decidió viajar a La Paz, acompañado de Aída Castro, madre de Teófano y Estrella Peralta Castro. Prudencio Ramos Canaza era un joven acucioso, asiduo lector de libros de historia y ciencias sociales.

Debido al interés y apoyo de Alberto Zúniga �lvarez, regidor del Municipio Provincial de Puno, se pudo renovar el fondo bibliográfico con la compra de libros especialmente de historia, sociología y antropología. Estaban en boga escritores como Jean Paul Sartre, Albert Camus, André Malraux y Claude Levis-Straus; los jóvenes más informados hablaban de estructuralismo. El anterior bibliotecario fue un expolicía y cría que la Caperucita Roja, era una mujer peligrosa, subversiva. De pronto Prudencio Ramos Canaza se convirtió en vendedor de diarios y correría las calles de Puno. Debido a su vocación literaria empezó a escribir algunos artículos vinculados a la historia social de Puno, con el apoyo Samuel Frisancho Pineda.

Veinte años después, regresé a Puno y Prudencio Ramos Canaza se había convertido en un historiador serio y formado. Había hecho estudios en la Universidad Nacional del Altiplano y estaba dotado de instrumentos de análisis. Conversamos varias veces acerca de escritores puneños que conocimos: Alberto Cuentas Zavala, Aurelio Martínez, Inocencio Mamani, Mateo Jaika, Samuel Frisancho Pineda, etc., etc.

Se trata entonces de un escritor cuya extracción de clase no proviene de lo que se ha venido a llamar “ciudad letrada�. Pertenece más bien a migrantes, de aquellos que la sociedad estratificada no acepta como uno de sus miembros. Aun así, Prudencio Ramos Canaza comprendió que lo importante es lo que escribe. Sus libros de historia tienen además el registro de la memoria social andina.

Por eso hoy escribo indignado contra quien lo ha agredido y provocado una herida en el alma. Prudencio Ramos Canaza merece todo el respeto de una sociedad fuertemente marcada por un criterio colonial y discriminatorio. Las entidades culturales de Puno deberían desagraviar a un escritor que ha llegado a ser tal, debido a un permanente sacrificio y dedicación a una lectura crítica.

Cuando es agredido un escritor nos agreden a todos; si se produce un atropello a un escritor, nos hieren a todos. He leído con particular interés su libro de historia, convencido que además de lecturas acumuladas, hay un concepto de la larga duración de los hechos sociales.

Además de expresar mi indignación por el agravio físico a Prudencio Ramos Canaza, le envío mi sentimiento de fraternidad y homenaje a su vocación literaria, que siempre lo ha acompañado. Un abrazo sideral y cariñoso, pues, para Prudencio Ramos Canaza.